miércoles, 8 de octubre de 2008

Si se trata de prestar dinero a las empresas, ¿porqué se presta a los bancos?

Me ha resultado muy interesante la reflexión de hoy de Ignacio Escolar en el diario Público. Explica la teoría que en principio inspira la operación del Gobierno: no es una medida para prevenir la quiebra de los bancos, sino para evitar que la falta de crédito estrangule al sistema, no es una medida antiquiebra, sino anticrisis. Se supone que los bancos utilizarán ese dinero para mantener abiertas las líneas de crédito de las que se nutren las PYMES y las familias, lo cual está muy bien siempre y cuando no se utilice ese dinero para comprar gangas en el mercado internacional y se desatienda a los que parecen ser los destinatarios finales del plan. Imagino que el objetivo fundamental de la reunión del presidente con los banqueros, además de recabar una información que en gran medida el Gobierno ya debe tener gracias al papel fiscalizador del Banco de España, debió ser obtener alguna garantía de estos en tal sentido. Y acaba el columnista preguntándose algo ciertamente pertinente: si se trata de prestar dinero a las empresas, ¿porqué se presta a los bancos?
Muchos dirán que prestarlo directamente a las empresas supondría que el Gobierno tratase de jugar un papel que no le corresponde, que no debe sustituir al mercado, pero ¿acaso no ha quedado claro que es precisamente por la propia naturaleza de un libre mercado sin control por lo que nos vemos en estas? Y digo más, ¿no sirve acaso el ICO básicamente para eso, para prestar dinero a las empresas? Todo se resume en una simple cuestión de confianza, pero no en esa confianza que tan desesperada como artificialmente tratan de insuflar los gobiernos en mercados, inversores y ciudadanos, sino de la confianza de diccionario que se supone que debemos tener en nuestros bancos, en que cumplirán con responsabilidad con el papel que parece haberles reservado el Gobierno en este plan. Esto podrá parecerle más o menos descabellado según a quien se pregunte, no deja de ser un acto de fe, pero en mi opinión es un paso arriesgado. Si sale bien se revitalizarán los mercados y si no perdices, quien más quien menos podrá permitirse una codorniz escabechada de vez en cuando, pero si sale mal se conseguirá que mientras los ciudadanos y las PYMES pasen las de caín, además tengamos la plena conciencia de haberle sufragado unos beneficios extraordinarios a costa de nuestras costillas a un sistema bancario cada vez más boyante, sólido y esplendoroso, la envidia de occidente cuyo único defecto sea que sus clientes sean progresivamente más pobres.
Ví en televisión, no recuerdo en qué canal, cómo se preguntaba a muchos ciudadanos si confiaban en su banco y la respuesta era mayoritariamente afirmativa. Creo sinceramente que estaba mal planteada porque lo que se quería saber realmente era si la situación de crisis había alterado nuestra confianza en la solidez de los bancos, no si confiamos en ellos. Mi respuesta personal es que no, no se ha alterado, no creo que mi banco vaya a quebrar, pero si me hubieran preguntado si me fío de mi banco, la respuesta hoy, ayer, hace dos años o diez, habría sido un no rotundo. Porque si bien no me cabe duda que no va a quebrar, tampoco me cabe de que si para ello o simplemente para mejorar su cuenta de resultados debe exprimirme hasta más allá del límite de mi capacidad de respuesta, lo hará, y no porque exista una conspiración internacional de aviesos banqueros o porque estos sean especialmente malas personas, sino porque en nuestro sistema, tal y como está planteado, ése y no otro es su papel. De modo que cabe volver al principio, s
i se trata de prestar dinero a las empresas, ¿porqué se presta a los bancos?

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