miércoles, 8 de octubre de 2008

La absurda disculpa del presentador villano

La estupidez es siempre mala en sí misma, pero cuando además se torna contagiosa sus efectos perniciosos se multiplican de forma exponencial. Estamos acostumbrados a padecer no especialmente en silencio los efectos adversos que sobre la acción politica de determinados gobernantes tienen las ensoñaciones de las ideologías nacionalistas, y criticamos hasta la saciedad aquellos actos inspirados más por convicciones identitarias que por criterios de buen gobierno, se nos llena la boca al denunciar las inconsistencias de los nacionalismos periféricos y su tendencia a percibir como agresión todo aquello que no asume y defiende enfervorizadamente sus tésis. Y sin embargo, el lugar de predicar con el ejemplo y contrarrestar los efectos de una política inapropiada con su contraria, es decir, el nacionalismo con no nacionalismo, entramos en el juego y asumimos como natural nuestro papel de villanos en relación con el victimismo nacionalista. Ahora resulta que el menor error, un irrelevante lapsus de un presentador de la sección deportiva de un telediario, adquiere rango de conflicto político, que no diplomático, y se torna comprensible que el tema ocupe espacio en todos los periódicos, radios y televisiones y que se interrumpa la emisión de un telediario y se invierta tiempo que debería dedicarse a cosas serias en que el presentador villano se disculpe en directo y ante toda la nación por su desliz.
Arcadi Espada retrata hoy muy bien a nuestra sociedad en su blog a cuenta de esto que jamás debía haber abandonado el campo de la anécdota que le es propio. Habría que ser más serios y no hacer política con sentimientos a flor de piel, guardar de una vez por todas la demagogia y las políticas identitarias en un cajón bajo siete llaves y dedicarse por fin a cosas serias, a esas por las que pagamos a los políticos para que hagan y a los periodistas para que informen sobre ellas. Que la prensa se ocupe de las cosas que nos pasan y dejemos la ficción para la literatura, que se encarga de ella mucho mejor.

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