viernes, 28 de mayo de 2010

Zapatero y el grano de arroz perdido

Cuenta la leyenda que Jadiya, la primera mujer de Mahoma, se encontraba un día separando granos de arroz para dar a los pájaros aquellos que estaban roídos por los gusanos y aprovechar los demás para preparar la comida, cuando se le cayó un grano al suelo. Su marido había prescrito que ningún alimento que viniese de la tierra debía desperdiciarse de modo que se puso a buscar concienzudamente el grano de arroz perdido, cosa que no logró hacer. Afortunadamente para ella, tenía al profeta a mano así que le planteó el problema para que este le indicara cómo debía proceder y el marido, en su sabiduría, propuso la siguiente solución que, por prudencia, seguro que los amables lectores se harán cargo, no voy a valorar: decidió el profeta inundar la habitación porque, toda vez que el grano de arroz debiera flotar, así sería mucho más fácil encontrarlo, cosa que lograron cuando el agua les llegaba por las rodillas.
Sin entrar en análisis de coste/beneficio de tan sorprendente técnica de búsqueda de objetos perdidos ni tan siquiera tratar de averiguar la moraleja de esta historia, creo haber encontrado en ella algo que la pone de actualidad, y es que nuestro presidente del Gobierno, ante el evidente extravío de su carisma (entre otras muchas pérdidas) y cabe suponer que alianza de civilizaciones mediante, ha decidido aplicar las enseñanzas del profeta e inundar el país de medidas antisociales, recortes, decretos, bandazos y palabras huecas en nombre de una tan supuesta como falsaria responsabilidad de estadista, sólo que, como suele suceder cuando se actúa con convicciones ajenas (de esto sí debería tomar nota el Gobierno) de momento no ha logrado su objetivo, aunque en el proceso muchos de los ciudadanos por cuyo bienestar debiera velar se ahoguen en su infame inundación.
Igual que desconocía que enseñanza pretendía transmitir Mahoma con la primera historia a sus discípulos, no me siento capaz de adivinar qué aprenderá nuestro presidente de la actual situación del país, los ciudadanos sacaremos muchas conclusiones, no me cabe duda, pero probablemente para él no haya más moraleja que la confirmación del siguiente hecho: el carisma no flota.

jueves, 13 de mayo de 2010

Perro herbívoro, asno carnívoro

Dice un proverbio del Cáucaso, creo que concretamente Checheno: "un perro obsequió a un asno con carne, y éste le ofreció paja al perro, con lo que ambos se quedaron hambrientos". Esta sencilla sentencia venía siendo hasta ahora una metáfora perfecta de la vida parlamentaria española en la que cada parte entiende el debate como el ofrecimiento al contrario de algo coherente para sí mismo pero inaceptable para el otro, mientras que, lógicamente, toda vez que el contrario hace exactamente lo mismo, se rechazan sistemáticamente cuantas ofertas llegan por ser incompatibles con las propias convicciones. Pero hete aquí que ayer el perro se volvió hervíboro y descubrió las bondades de la paja y llevado por su recién descubierta fe de converso se la ofreció con fanfarrias y clarines al asno quien, no menos súbitamente que el perro, cambió sus hábitos alimentarios y decidió comer carne y defender su consumo, además, con pasión de profeta, por lo que el acuerdo fue de nuevo imposible. El Rodríguez Zapatero adepto a las políticas neoliberales se encontró súbitamente enfrente a un Rajoy defensor de las políticas sociales indignado por unos recortes que los simples mortales creíamos que defendía encendidamente hasta apenas unas horas antes de ser anunciados.
Lo malo del recorte es obviamente su injusticia, las dificultades a las que se van a ver abocados muchos funcionarios (que en nuestra mayor parte no somos Directores Generales sino que cobramos unos sueldos bastante ajustados) y pensionistas, pero conviene fijarse especialmente en el Presidente del Gobierno, porque de un plumazo ha contradicho todo lo dicho hasta ahora (algo difícil porque de contradicciones anda su discurso lleno) y ha abandonado la única idea-fuerza a la que, al menos dialécticamente, se había mantenido fiel hasta ahora. Ya no hay salida social a la crisis, ya no hay líneas rojas ni estado del bienestar que valga, nuestro presidente hinca la rodilla en tierra y asume públicamente que la única salida posible a la situación es la aplicación estricta y extrema de las recetas neoliberales que, cabe recordarlo ahora que él lo ha olvidado, han provocado la situación. Don José Luis, capitalismo refundado mediante, se pone el traje de la sastrería de Bush, renuncia a sus creencias y, de paso, traiciona la confianza de quienes le han votado y de muchos que no lo hemos hecho en que hay otro camino posible y dirigentes dispuestos a transitar valientemente por él. Pues sí los hay, los hay fuera de las políticas neocon e incluso los hay dentro pero con mayor sensibilidad social, sigue siendo injusto que paguemos por lo que no hemos hecho y que además salvemos a quienes sí lo han hecho, sigue habiendo muchas fórmulas de ahorro diferentes a la de los cinturones de funcionarios y pensionistas, sigue habiendo una forma diferente de hacer las cosas, una mirada ética que aclara mucho la visión, lo único que ha eliminado el presidente con sus medidas es el espejismo de que él fuera quien pudiera ponerlas en práctica, ilusión en la que de todos modos ya casi nadie creía pero por cuyo desvanecimiento probablemente tendrá que pagar un alto precio en las urnas, aunque nunca tan alto como el que pagamos y pagaremos los ciudadanos. Olvida el presidente que por mucha voluntad que le ponga el perro, si se alimenta de paja morirá inevitablemente, la fisiología es lo que tiene, y la política también.
Puede que nosotros perdamos poder adquisitivo y tengamos alguna que otra apretura, no es el tema central, aunque las cosas se deban hacer de otra manera si ésto sirve (cosa que habrá que ver) para que los cientos de miles de personas que viven hoy día una situación verdaderamente angustiosa en nuestro país encuentren una salida, personalmente lo daré por bien empleado, poco me parece nuestra pérdida en comparación con lo que pierde el presidente en dignidad, respeto y consideración. 

viernes, 7 de mayo de 2010

El recorte más viable

La devaluación del estatus de la Biblioteca Nacional eufemísticamente denominado "Racionalización de la Administración" continúa su camino y, pese a las numerosas reacciones, no parece que se vaya a dar marcha atrás. Pero incluso dentro de un sinsentido como este, hay cosas por cuya inanidad brillan con luz propia, como por ejemplo la aporía que la Ministra de Derechos de Autor, antes Cultura, ha perpetrado al ser preguntada por el tema: "era el recorte más viable". No dice la ministra que lo lamenta, no dice que ha peleado con uñas y dientes hasta el último momento, no dice que ha amenazado con dimitir si se culmina semejante despropósito, la ministra dice que, en el contexto del Ministerio de Cultura, suprimir la Dirección de la Biblioteca Nacional era el recorte más viable. Interrogada además la ministra por las causas que hacen más viable suprimir la Dirección de la Biblioteca Nacional que, por ejemplo, la de Cinematografía, la ministra Sinde no sabe, no contesta. ¡Cosas veredes! En otras circunstancias, podría alguien de imaginación fértil  podría visionar claramente la escena de la dura batalla dialéctica entre la Vicepresidenta Económica y la Ministra de Cultura que, tras desgarradores escenas y cantos a la importancia de la Biblioteca Nacional como institución cultural en nuestro país,  desembocara en una situación como la actual, pero visto lo visto requiere mucho menos esfuerzo imaginar algo más sencillo y directo, algo como:

- Sabes que la situación económica está muy mal y todos tenemos que sacrificarnos. Sé que lo que te tengo que decir es difícil, pero sin duda te harás cargo...
- ¿Qué me estás diciendo, Elena?
- Tienes que renunciar a una Dirección General.
- ¡Ah bueno! No imaginas el susto que me has dado, creí que ibas a decirme... En fin, no se hable más, quítame eso de los libros y asunto cerrado.

Tiene su sentido, en lenguaje ministerial y hablando de recortes y/o decisiones impopulares, es muy probable que viabilidad se defina en función de la susceptibilidad de generar protestas, y es bien sabido que el colectivo del cine se moviliza más, mejor y con mucha más repercusión que el literario. Pero, ¿se puede defender seriamente que la gestión de la cinematografía, por digna que sea como arte, importante como altavoz social y lucrativa como negocio, si es que lo es, merece una consideración administrativa mayor que el de la biblioteconomía?, ¿se puede siquiera insinuar sin sonrojo que la Biblioteca Nacional debe tener un rango administrativo menor? Parece que la ministra González Sinde sí que puede de forma que la pregunta es si los demás, la ciudadanía, estamos dispuestos a tolerarlo. 
O tal vez la ministra tenga razón, ¿quien necesita una Biblioteca Nacional si ya se han inventado los eBooks? Con unas pocas tarjetas de memoria se podría replantear la institución y modernizarla al modo de la librería Fuentetaja: se transforma en un elegante bistró en el que se mezclen tapas de diseño con libros y así se le saca un rendimiento económico, que al fin y al cabo es el que cuenta. De hecho los libros que ya no generen derechos de autor deberían utilizarse para otros menesteres: sería muy artístico y provocador a la vez vender bocatas de calamares envueltos en papel de incunable o dejar que los hermanos Chapman la conviertieran en una macroinstalación, seguro que ellos se divertían mucho. Aunque en realidad no merece la pena tanto esfuerzo por un simple negociado, lo mejor es venderle el inmueble a McDonalds (o mejor, cedérselo a la SGAE ahora que  se ha frustrado la cesión del palacete de Boadilla) e ir avisando al trapero para que retire todo ese papel viejo, que reciclarlo supondrá un gran beneficio para el medio ambiente, que la economía verde es lo primero, es bien sabido.



martes, 4 de mayo de 2010

La mala puntería del tijeretazo

Admite la Vicepresidenta Salgado que el recorte de altos cargos tiene más valor simbólico que económico, por lo que, en buena lógica, procede analizar qué es lo que simboliza este anunciado plan (además del evidente hecho de anunciarlo, un fin en sí mismo). Es evidente que este recorte no supone un gran esfuerzo de austeridad, no se enmarca dentro de una gran actuación de cinturones prietos y esfuerzos hercúleos, por lo que cabe suponer que los cargos suprimidos son considerados por el gobierno superfluos, por decirlo de una manera suave. ¿Y que cargos son esos? Pues bastantes, muchos de ellos de existencia desconocida para el común de los mortales, todos excepto uno cuya presencia en la lista es clamorosa: el gobierno, con el beneplácito del Ministerio de Derechos de Autor, antes Cultura, ha decidido eliminar nada más y nada menos que la Dirección de la Biblioteca Nacional. ¿Valor simbólico decía la Vicepresidenta? Efectivamente, la supresión de este cargo simboliza la falta de consideración que este Gobierno, que presume de sus políticas sociales, siente por la política cultural y no hace sino abundar en la senda que se inicia con el nombramiento de una ministra del ramo cuya preocupación no es la cultura ni el acceso de los ciudadanos a la misma, sino la industria y la gestión de los derechos de autor (de los que ella misma es beneficiaria y que son algo noble y deseable, pero que son algo privado para lo que ya existen sociedades privadas encargadas de hacerlo, cosa que hacen con bastante mala fortuna) antes que cualquier otro objetivo. No pretendo dar lecciones a nadie, pero la educación y la cultura son políticas sociales fundamentales, y un país que no las mima difícilmente puede considerarse no ya progresista, sino democrático. Y no se me ocurre una política más anticultural que convertir el Ministerio de Cultura en una pseudopatronal de las sociedades de gestión de derechos de autor, no se me ocurre nada más anticultural que descuidar el mayor patrimonio cultural, bibliográfico en este caso, que atesoramos marginándolo a un incomprensible segundo plano  (no ya de la política general del gobierno sino de la política cultural) anteponiendo a la excelencia en su gestión y al cuidado de su prestigio mezquinos criterios economicistas que además son falsos y de resultados irrelevantes.
No conozco en el sector público un cuerpo más ejemplar y menos reconocido que el de los bibliotecarios, tal vez sea por mi trabajo en la Universidad pero tanto por su dedicación como por los resultados de la misma considero que haría bien la sociedad en sentirse legítimamente orgullosa de quienes con tanta profesionalidad y entusiasmo gestionan uno de sus mayores patrimonios. Por la misma razón, la supresión de la que, simbólicamente, es su cabeza visible, es una innecesaria afrenta a la vez que la demostración del escaso compromiso del gobierno con la Cultura, que es lo mismo que decir con los ciudadanos.