martes, 7 de octubre de 2008

El sanedrín de Sarkozy y el populismo ineficaz

Tras la epatante demostración de europeísmo de Sarkozy, poco queda que decir sobre la filosofía de la Unión Europea a partir de ahora. Si como respuesta a una situación sobre la que si hay algo indiscutible es que afecta a todos la respuesta del presidente de Francia y de la UE, el populista impopular, es reunirse con los vecinos, pero eso sí, sólo con los ricos, los del G8, la pata negra de los estados europeos, para hablar de las cosas del dinero, queda claro que la Unión no es más que un proyecto mercantilista puesto al servicio de los grandes intereses empresariales, no de los ciudadanos ni tan siquiera de los estados pequeños. Se veía venir, de hecho se veía venir desde el principio, pero no habría estado de más que se cuidaran un poco las formas. En los últimos años en materia de política social, todo lo que nos llega de Europa (directiva Bolkestein, jornada laboral...) es profundamente conservador por no llamarle reaccionario, de modo que cómo habríamos de sorprendernos de que ahora, en el preocupante contexto de crisis internacional en que nos movemos, se reuna el sanedrín de países ricos de europa para tratar de cómo solucionar los problemas de los bancos, perdón, de sus bancos, porque no parece que hayan hablado nada de los de otros países que no sean los suyos propios, obviando, por no decir ninguneando, al resto de países de la UE. Y lo triste es que en lugar de protestar porque estos asuntos no se traten entre todos los implicados, desde la Moncloa se ofenden por la exclusión de España, no por la del resto de países, y se deja pasar la oportunidad de dar ejemplo de honestidad y dignidad y se corre tras la estela de migajas de los grandes consiguiendo que Zapatero y Sarkozy coman juntos el viernes y así hacerse acreedor de las mismas críticas que sus compañeros de dinero, porque lo importante no es hacer las cosas bien o mal, sino que nadie piense que a nuestro presidente "no le ajuntan" los guaperas de la clase.
Hace gracia pensar ahora en el tan cacareado sorpasso que iba a protagonizar nuestro PIB respecto al de Francia e Italia, siempre según nuestro Presidente, no porque sea verdad o deje de serlo, a mi desde luego no me parece algo descabellado, sino porque si algo ha demostrado esta iniciativa de Sarkozy es que no existen muchas diferencias entre los países y las personas, al menos en lo que el clasismo se refiere, y es que si hay algo más irrelevante para un rico de rancio abolengo que la opinión de un pobre, es sin duda la de un nuevo rico. No basta con tener una economía saneada o unos índices macroeconómicos aseaditos para acceder a según que selectos clubes, de hecho, tenerlos mejores que alguno de sus miembros parece ser percibido como un insulto, un imperdonable atrevimiento.
De todas formas, no sé si por una cuestión kármica elemental, de justicia poética llamémosle, la reacción de los mercados no sé si a la reunión, pero sí tras la reunión, ha sido uno de los peores descalabros de la historia en las bolsas mundiales. Y es que lo crea Sarkozy o no, su sóla presencia, el anuncio de que se va a ocupar de un tema, su "irresistible" carisma, no sólo no bastan para tranquilizar a la opinión pública mundial (ni siquiera a la francesa, en realidad) sino que más bien consigue que mal que bién, al más pintado se le pongan los pelos como escarpias.

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