martes, 7 de octubre de 2008

El inconveniente de llamarse Sebastián

El inconveniente al que se enfrentan las personas de cuya brillantez sólo se tiene noticias por referencias es que se sienten obligados a demostrarla aunque la ocasión no sea propicia y son por tanto más propensas a cometer errores que aquellos que deben su prestigio personal a una sólida trayectoria profesional. Tal me parece el caso del Ministro Sebastián, cuyas múltiples virtudes han sido glosadas una y otra vez por el Presidente Zapatero pero que cada vez que ha tenido que demostrar esa brillantez que se le supone a alguien de su rango, ha fracasado de una manera más o menos llamativa. Hasta tal punto es así que se ha creado en torno a él una cierta leyenda según la cual los medios, cada vez que aparece un rumor en torno a alguna supuesta iniciativa gubernamental delirante, quien más quien menos le atribuye a él, preventivamente, la autoría intelectual de la misma, lo cual permite que se dé crédito al rumor sin que se haya verificado con todas las garantías exigibles. Digamos que ciudadanos que en condiciones normales no sentimos la menor inclinación a creer rumores infundados, automáticamente nos reservamos una cierta credibilidad si se nos dice que Sebatián está detrás, y lo que es peor, comenzamos a temernos que la iniciativa salga adelante. Esto viene siendo lo que ha ocurrido con el rumor de una supuesta amnistía fiscal al dinero negro, esos 54.000.000.000€ en billetes de 500 aparentemente guardados en oscuros calcetines, colchones o faltriqueras, cuyo blanqueo legal se baraja como solución a la falta de liquidez del sistema bancario. Es algo que a cualquiera le costaría creer, una iniciativa ciertamente imprudente por más que pudiera proporcionar algún alivio inmediato aunque pasajero al sistema financiero, pero en el momento en que se publica que Sebastián está detras, automáticamente se nos activa ese remoto mecanismo mental de salvaguarda antes citado y pensamos, vaya, pues lo mismo es cierto. Y en lógica consecuencia comenzamos a temblar.
Probablemente no se termine haciendo, pero la culpa de que estos rumores gocen de ese resquicio de credibilidad no es nuestra, en todo caso habría que hacerla recaer en quien nombra a esta especie de ministros bufos a los que además se les atribuye una influncia completamente desmedida si se compara con lo méritos demostrados.

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