miércoles, 22 de octubre de 2008

¿Absoluta dedicación y empeño? No, hombre, no.

Fui el primero en denunciar desde este espacio lo que en mi opinión era una desmesura en relación a las sanciones del juez y la secretaria judicial responsables del caso Mariluz, comparativamente hablando, claro. Del mismo modo de me he manifestado a favor de las reivindicaciones de los profesionales de la justicia por su falta de medios materiales, aunque no he hecho lo mismo, sino todo lo contrario, sobre su pretensión de coartar la libertad de expresión de la ciudadanía y sus legítimos representantes escudándose en una sesgada interpretación de la separación de poderes y consecuentemente de su protección frente a la injerencia de los políticos, pero lo que no puedo aceptar de ninguna manera es que sucesos como el desdichado de la niña de Huelva sean inevitables y haya que aceptarlo sin más como un contratiempo sin mayor importancia: una cosa es que el juzgado esté saturado y otra que una muerte evitable causada por su inacción se pueda despachar con una palmadita en la espalda y un acto de atrición público sin más repercusion que la del tiempo que ocupe en los medios.
Me parece muy bien que la señora secretaria del juzgado agradezca su solidaridad a sus compañeros, quienes por otro lado deberían protestar por la falta de medios y por el agravio comparativo, no por la sanción en si misma que si es desmesurada, deberá ser en todo caso más leve, pero nunca desaparecer, pero lo que no es de recibo es que tengamos que ver como quienes han permitido que ocurra todo esto sacan pecho y presumen de su gestión y de la limpidez de su conciencia ("tengo la tranquilidad de haber desempeñado mis funciones con absoluta dedicación y empeño", ha dicho ella y no quiero ni recordar todo lo que por su parte ha dicho el juez
). La función pública no es un deporte, lo importante no es participar y la dedicación y el empeño se suponen, los resultados de la gestión de todo funcionario público son y deben ser valorados y es por ellos por los que se nos debe juzgar, nuestra responsabilidad no termina en fichar todos los días a las horas debidas.
Los problemas que este desgraciado caso ha hecho visible hay que tratar de solucionarlos, que duda cabe, pero eso no puede servir de trampantojo tras el que los protagonistas escondan sus responsabilidades o incluso vayan más allá y se permitan el lujo de presumir de la excelencia de su gestión. Porque mal vamos si esto es lo mejor que podemos esperar de nuestro sistema judicial.

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