jueves, 9 de octubre de 2008

La justicia poética de la toxicidad de los activos

Encuentro una cierta justicia poética en que a los derivados de las hipotecas subprime se les llame activos tóxicos, porque las hipotecas, incluso las que no son subprime, hace tiempo han dejado patente su toxicidad a quienes nos hemos visto y nos vemos obligados a mirar con angustia cada subida del euribor preguntándonos si será esa la vez en que suba tanto que no podamos pagar la mensualidad. Está bien que la toxicidad de una operación financiera por una vez no lo sea sólo para el destinatario final, sino que se extienda a quienes la han diseñado, la han puesto en práctica, se han lucrado y han especulado con ella. Por eso, como hay que ser precisos en el uso del lenguaje, no creo que sea del todo correcto llamar tóxicos a estos activos, no se han vuelto dañinos, letales en algunos casos, de repente una vez almacenados en sus respectivas carteras de inversión, sino que su malignidad ya existía cuando los diseñaron y no ha hecho sino extenderse de aquellos a quien iba dirigida hasta aquellos que la echaron a andar, creo que habría que cambiar la denominación de estos activos, algo francamente difícil porque ya ha arraigado en medios y sociedad, y llamarlos archivos metastáticos, porque eso es lo que ha pasado, que sus efectos adversos se han hecho patentes no sólo en donde desde un primer momento era evidente que iba a ser así, sino en muchos otros lugares.
Lo triste es que la lección que emana del comportamiento parricida de estos activos es una lección que no será aprendida, y cuando esta crisis se supere los activos mutarán y los efectos adversos volverán aunque con otros disfraces. Dicen que quien no conoce la historia está condenado a repetirla, pero lo cierto es que quien lo está es quien conociéndola no aprende sus lecciones, quien no asume sus responsabilidades. Especialmente si sale indemne de ellos.

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