viernes, 26 de febrero de 2010

Coronas y cruces

En un notable ejercicio sofista la Conferencia Episcopal española ha anunciado, diatriba mediante, la exclusión del sacramento de la eucaristía de todos los diputados que hayan votado a favor de la aprobación de la ley del aborto, algo que tiene la iglesia perfecto derecho a hacer y es coherente con sus ideas y su tradición, a qué negarlo, pero excluye de la excomunión al Rey, que es quien la sanciona, algo incoherente pero que también está en consonancia con sus tradiciones, tampoco esto puede negarse. Pero para explicar la diferencia recurre al artefacto intelectual, por no decir aporía, siguiente: el voto de los diputados es una situación general mientras que la actuación del rey es única, particular. No es cierto en primer lugar porque el voto de los diputados es particular e intransferible, aunque su escaso sentido democrático les lleve a sacrificarlo como norma en el altar de la disciplina de voto, ese cáncer de la democracia, pero sobre todo no es cierto porque el acto del rey de sancionar las leyes no es un trámite administrativo independiente del contenido de la ley y sobre todo porque si la considera incompatible con sus convicciones siempre puede negarse y abdicar como así lo hizo en su misma situación el rey Balduino I de Bélgica en 1990, aunque eso sí, sólo durase dos días. En este caso la unicidad esgrimida por monseñor Martínez Camino para exonerar al rey de los efectos de  la excomunión no sólo no es un atenuante sino que en buena lógica debiera ser considerado agravante.
En pleno siglo XXI, desconozco si por cuestión de imagen o de mercado, la Iglesia ya no vende bulas a los poderosos, se ve que prefiere regalárselas no vaya a ser que alguno de ellos les recuerde que para exigir integridad moral es necesario practicarla primero.

jueves, 25 de febrero de 2010

Los apuros de Camps

Parece ridículo comenzar un comentario diciendo esto pero a veces la incomprensible actualidad obliga: tener dinero no es delito. Hasta Sílvio Rodríguez, ese peligroso neoliberal, decía en una canción "tener no es signo de malvado y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud". Una vez esto claro, ¿alguien podría explicarme que sentido puede tener la obscena ocultación de bienes del presidente Camps? Y digo esto dando por supuesto que una parte muy notable de su patrimonio no se refleja en esos ridículos 900€ que declara constituyen todo su patrimonio líquido, porque si eso fuera verdad (por más que no sería delito) cabe preguntarse si se puede dejar un presupuesto público en manos de un gestor tan negligente que ganando 80.000€ al año sólo tiene ahorrados 900. No es el único caso, Esperanza Aguirre, un poco menos groseramente, eso sí, ya se lamentó públicamente en cierta ocasión de sus tremendos aprietos para llegar a fin de mes. Debe ser que el cargo de presidente autonómico, oneroso donde los haya como todo el mundo sabe, conlleva que todos los dispendios que tan frecuentemente perlan nuestros periódicos no salen como creíamos del erario público, sino de sus maltrechos bolsillos. Otra cosa no se entiende.
Probablemente si, como otros diputados, hubiese declarado una notable fortuna personal, dentro de unos límites, nadie se habría extrañado. Podría haber atizado envidias, pero no suspicacias, sin embargo el gilisaldo declarado sí que extraña al más crédulo y en buena lógica debe motivar una investigación. Y a todo esto me pregunto, como ya lo he hecho en ocasiones, ¿es que nadie aconseja a Camps? 
En fin, desconozco, de más está decirlo, el grado de honradez del presidente valenciano, como el de tantos y tantos otros, y no seré yo quien le declare deshonesto antes que un tribunal lo de por demostrado, si es que eso ocurre, pero lo que tengo claro es que si su honradez puede llegar a ser cuestionable, no ocurre lo mismo con su torpeza, que esta fuera de toda duda, y las constantes muestras de ello que lleva dando de un tiempo a esta parte bien pudieran haberle inhabilitado para desempeñar cargos públicos de relevancia en un país medianamente civilizado. Que no es el caso, dicho sea de paso.

viernes, 19 de febrero de 2010

Caca-culo-pedo-pis (y clítorís)

Es un hecho contrastable que para muchos opinadores toda iniciativa del Ministerio de Igualdad es censurable aunque sólo sea por el mero hecho de partir de él, pero cuando la iniciativa incluye palabras que hagan referencia a los órganos sexuales femeninos la crítica se torna encarnizada y de franco mal gusto, sin pararse a pensar, como el caso que nos ocupa (Elaboración de un Mapa de Inervación y Excitación Sexual en Clitoris y Labios Menores; aplicación en Genitoplastia), que el interés aplicativo en medicina reconstructiva en mujeres que hayan sufrido ablaciones de clítoris, tumores u otro tipo de traumas es de grandísimo valor. Se oculta deliberadamente el final del título, aplicación en genitoplastia, y se invocan los más pedestres resabios machistas de la sociedad para descalificar una iniciativa que de generar algo debiera ser el aplauso unánime que merecen todas las iniciativas que redunden en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, ciudadanas en este caso, afectados por algún problema de índole sanitario. 
Esta estridente campaña, sin embargo, tiene algo de bueno, que muestra el verdadero nivel intelectual de quienes la protagonizan, en este caso el nivel básico de la risa del escolar ante el caca-culo-pedo-pis. Ante este lamentable espectáculo incluso quienes defendemos la importancia de las políticas de género como algo transversal y no enmarcadas dentro de un Ministerio independiente (por más que la ministra Aído esté haciendo un buen trabajo o al menos mucho mejor que el de muchos de sus compañeros de gabinete, nos replanteemos nuestra posición y empecemos a admitir la necesidad del mismo.
Sirvan también estas palabras para expresar mi solidaridad personal hacia la profesora responsable del estudio, quien ha sido objeto de injustas, primitivas e imagino que dolorosas chanzas por su brillante iniciativa, no sólo porque haya sido profesora mía hace muchos años, sino porque nadie, y mucho menos un científico, merece ser criticado (por no decir atacado) por el simple hecho de hacer bien su trabajo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El reconstituyente del verdugo

Si viviéramos en un país que hubiese interiorizado adecuadamente el espíritu democrático, cosa que evidentemente no sucede, la fecha de hoy sería recordada en el mundo político como la del día en que don Mariano Rajoy enterró definitivamente su carrera política. Como no es así, probablemente mañana la prensa sectaria de un lado y de otro publicará una crónica probablemente escrita con carácter previo a aquello de lo que se supone que informa y loará o denigrará a aquel en quien residan los intereses partidistas de su empresa, sin que en ello tenga influencia nada de lo dicho y por tanto habrá una notable cantidad de tinta impresa, tiempo de radio y de televisión y espacio digital en su defensa. No acabará por tanto la carrera política del señor Rajoy, sin embargo debería ser así porque los ciudadanos debiéramos dejar claro que los comportamientos faltones, chulescos, crispados y crispadores, arrogantes y destructivos no tienen porqué tener cabida en el foro en el que reside la soberanía popular. Debiera ser así porque un presidente desgastado, escasamente creíble y en las horas más bajas de su mandato le ha dado, desde un punto de vista estrictamente parlamentario, una lección difícil de olvidar, aunque lamentablemente para él y para los ciudadanos después debe salir del hemiciclo y ponerse a gobernar, cosa que hace con los resultados por todos conocidos. Debería ser así porque los demás grupos han sido capaces de expresar sus criticas con igual o mayor rotundidad, pero mal que bien con respeto, espíritu constructivo y dignidad. Cuando el nivel del discurso todos y cada uno de los intervinientes supera por goleada al del líder de la oposición, es que éste tiene un serio problema. Y, finalmente, debería ser así porque dudo que jamas en la democracia española haya tenido un líder de la oposición una ocasión más propicia para hacerse valer, para ponerse el traje de hombre de estado y mostrarse como alternativa, y consecuentemente jamás nadie la desperdició tan clamorosamente. Si la puntilla resucita al moribundo, cabe cuestionarse la aptitud del verdugo.
El debate no ha terminado, no hay que perder la fe, pero en este momento debo reconocer que sólo me ha gustado parte de la intervención de Gaspar Llamazares, parte (sólo parte) de lo que ha dicho Rosa Díez, quien no es en absoluto santa de mi devoción y parte de la réplica del presidente Zapatero. Triste bagaje para el que se anunciaba a bombo y platillo como el pleno del gran acuerdo de Estado.

viernes, 12 de febrero de 2010

Jaleando el desplante

Olvidan quienes se solazan ante la ausencia de José Luis Rodríguez Zapatero en la reunión en la que (no) se decidieron las ayudas a Grecia que la presidencia rotatoria de la UE recae en España, no en el señor Zapatero, y que por tanto a quien los soberbios presidentes de Alemania y Francia han ninguneado no ha sido a nuestro presidente, sino a nuestro país y, consecuentemente, a todos los españoles y con nosotros a todos los ciudadanos europeos quienes no hemos  otorgado nuestra confianza a una serie de instituciones europeas para que las decisiones que nos afectan las tomen en petit comité los presidentes de las naciones más poderosas. Parece evidente que si la presidencia rotatoria debiera estar presente en las reuniones donde (no) se toman decisiones, debiera hacerlo aunque los azares del destino hicieran que la ostentara el mismísimo Chiquito de la Calzada y haría bien la prensa conservadora en criticar la ofensa hecha a nuestro país en lugar de jalear el desplante por la única razón de que perjudique la imagen pública del señor Rodríguez Zapatero, porque ya es bastante triste que Francia y Alemania nos ninguneen como para que además seamos nosotros mismos quienes les pongamos los palmeros. 
Y todo ello, que a la postre no ha sido más que humo, una nueva escenificación de la capacidad de determinados políticos para autopromocionarse a costa de problemas que no solucionan de la que casi debieramos alegrarnos de que nuestros representantes no hayan formado parte, ha sido protagonizado, además, por un Sarkozy de quien los ciudadanos de bien sólo debieramos esperar, y con impaciencia, una rueda de prensa: aquella en la que anunciara su dimisión toda vez que los tribunales han puesto en evidencia su mezquindad y sus métodos impropios no ya de un demócrata  sino de un ser humano decente en el caso Clearstream II y la instrumentalización que de la Justicia ha tratado de llevar a cabo con fines particulares, en este caso apartar de su camino a quien, Villepin concretamente, amenazaba con impedirle saciar su por otro lado insaciable sed de poder.

martes, 9 de febrero de 2010

Giras y campañas

Ahora que diversos miembros del Gobierno tratan de convencernos de que la mala imagen internacional de la economía española es consecuencia de una campaña orquestada por especuladores internacionales, y sin dudar de la existencia de la misma, vuelvo a convencerme de que la incapacidad de este gobierno para comprender a la ciudadanía es legendaria. No se trata de que las causas sean unas u otras, obviamente un dirigente debe conocer, analizar y combatir las causas de cualquier situación negativa que afecte a su país, lo que tiene de reprochable la actuación del Gobierno es la incomparable torpeza con que afronta las situaciones delicadas, la incapacidad para gestionarlas con solvencia. Las idas y venidas que ha mostrado públicamente, la falta de coordinación cuando no las abiertas discrepancias entre sus miembros y la cambiante línea de acción política entre una cosa y su contraria que tantas veces hemos contemplado estupefactos es lo que está en la mano del Gobierno evitar, y no ha evitado. 
Por otra parte, aun suponiendo que sea efectiva, encuentro la gira de la vicepresidenta por sedes de periódicos y oficinas de especuladores un tanto alejada de la dignidad que se supone implícita a su cargo, al menos me parece a mi que aquellos en quienes reside la voluntad popular de un estado democrático debieran tener la suficiente autoridad moral como para convocar a aquellos en cuya opinión se desee influir o a quienes se desee mostrar cualesquiera datos o argumentos que se consideren pertinentes sin necesidad de tener que pasearse por las sedes de los negocios privados a implorar su benevolencia. Si de verdad no había otra forma de hacer esto tal vez no habría que haber hecho nada porque creo que alguien de la inteligencia de la Vicepresidenta debiera haber comprendido que en la imagen de la segunda autoridad política de un país paseándose por despachos de especuladores y periodistas pidiendo un trato más favorable hay un reconocimiento implícito de aguda debilidad.

lunes, 8 de febrero de 2010

Naranja, sí, pero humo

No deja de resultar curioso que seis años después de la grandilocuentemente llamada revolución naranja en Ucrania, aquel que se nos vendió como el villano, Viktor Yanukóvich, gane las elecciones presidenciales mientras que el supuesto héroe, Viktor Yushenko, presidente de la república, obtenga un ridículo 5% en la primera vuelta y la heroina, Yulia Timoshenko, presidenta del gobierno, parezca que vaya a caer derrotada en la segunda vuelta denunciando, eso sí, fraude electoral masivo. Poco importa que los observadores internacionales den su plácet a un un proceso de cuya limpieza, conviene tenerlo en cuenta, es ella la responsable en su calidad de presidenta del gobierno. Pero si una vez funcionó, ¿porque no probarlo una segunda?
No soy un gran conocedor de la política ucraniana, sin embargo este proceso me llama la atención por dos poderosos motivos: uno el rotundo fracaso de un gobierno sin más señas de identidad de el nacionalismo exacerbado y definido en negativo por su enfrentamiento a Rusia más que en positivo por políticas concretas. Era de esperar, sin embargo los nacionalismos siguen presentándose como fuerzas políticas emergentes en todo el mundo, con tan poco que ofrecer. El segundo motivo es la extremada ductilidad de las masas en determinados momentos históricos en los que basta una cierta movilización y algún leit motiv emotivo más propio del cine (el héroe envenenado por el malvado vecino todopoderoso, la heroína que se enfrenta a las adversidades vestida al modo tradicional) que de la política para permitir que una protesta probablemente justa, lo desconozco, pero puedo asumir sin mayor problema que fuera así, se disfrace nada más y nada menos que de "revolución" y llevados por la catártica inercia de la palabra seamos capaces de entregar nuestros destinos a personas a las que jamás elegiríamos en condiciones normales. O a lo mejor sí las elegiríamos, pero desprovistas de ese halo romántico de revolucionario sin el cual todo el mundo sabe a que atenerse y tanto la exigencia como la decepción, en su caso, son menores y más asumibles. 
No me cabe duda de la sinceridad de la ilusión y la esperanza de los ciudadanos que apoyaron aquel espejismo de revolución que fue naranja, sí, pero de humo, pero tampoco dudo de los peligros de la política de los sentimientos, porque estos son mucho más manipulables que las ideas, y los beneficiarios de la supuesta revolución, hoy parece claro, no tenían otra cosa que ofrecer que el emotivo recurso a una ancestralmente ultrajada identidad nacional, lo cual viene siendo como no tener nada.

viernes, 5 de febrero de 2010

El Gobierno en resonancia

Cuenta Andrés Barba en el epílogo ("vindicación del dibujo") del maravilloso y terrible "Libro de las caídas", escrito por él y dibujado por Pablo Ángulo, cómo su hermano Juan le relató el suceso de un puente en Estados Unidos que, del mismo modo que una cuerda de un instrumento musical comienza a vibrar si suena junto a ella el sonido en que está afinada, comenzó a vibrar al paso de un batallón del ejército, entró en resonancia y se desintegró. Cuando leí esta historia, además de la sorpresa lógica que estos comportamientos de las estructuras nos producen a quienes no somos ingenieros, no pude evitar establecer una analogía entre el infausto puente y la semana que ha vivido el Gobierno de España,  cuyos bandazos le sitúan desgraciadamente más cerca de la resonancia que de la sencilla vibración, y si algo me intriga es cual ha sido el desencadenante del proceso, qué hecho, dato o declaración estaban afinados en el tono preciso para que el señor presidente traicione la postura que ha mantenido durante toda la crisis, asuste a los pensionistas, maltrate la maltrecha confianza de los ciudadanos en sus instituciones, olvide su testimonial laicismo y justifique el inadmisible desplante de Obama a todos los Europeos no acudiendo a la que debiera ser la cita protocolariamente más importante de su agenda. ¿Habrán sido los rumores de la rebaja de nuestro rating por las agencias de calificación?, ¿los datos del paro?, ¿el agotamiento personal y/o de proyecto? Lo desconozco, pero mucho y muy para bien tienen que cambiar las cosas para que no nos quedemos sin puente, y lo verdaderamente trágico es que lo único que parece peor que el titubeante presente es la anunciada alternativa porque, atendiendo al CIS, nuestra capacidad de valorar negativamente la acción política no se agota en el merecido suspenso del Gobierno, sino que tenemos aun en peor consideración la labor de la oposición, también muy merecidamente. Si el PSOE merece perder las próximas elecciones, al menos Zapatero se ha hecho sin duda acreedor a esa derrota, desde luego el PP no merece ganarlas.

martes, 2 de febrero de 2010

El ominoso haraquiri de Zapatero

Hay veces que la actitud del Presidente del Gobierno me resulta francamente difícil de comprender, y no en términos intelectuales, para qué, sino incluso en aquellos que ya tengo claro que son los únicos que marcan las reglas del juego, los electorales. Tras aguantar lo peor de la crisis, si es que es cierto que lo peor ha pasado que espero que así sea, con un encendido discurso de defensa de las prestaciones sociales, tras decir hasta la saciedad que ningún trabajador debía pagar por la crisis y que jamás recortaría ninguno de los atributos del ya de por sí lánguido estado del bienestar que disfrutamos, ahora, por sorpresa y cuando ya sólo le quedaba el apoyo de quienes se creyeron esas palabras huecas (en su boca) pero que sonaban bien, decide emprender una reforma de las pensiones alarmantemente antisocial y que encarna precisamente todo aquello ante lo que una y otra vez dijo durante la crisis que no iba a doblegarle. La reforma seguramente no sea lo suficientemente neoliberal como para devolverle el apoyo de ese centroderecha que tanto desea atraer el Presidente sin el cual no cree posible ganar elecciones (no hay a estas alturas reforma capaz de hacerle lograr eso) pero sí que se sitúa lo suficientemente a la derecha como para que todos aquellos incautos que creían ver en este PSOE una opción progresista (en economía) le retiren airadamente su apoyo y su simpatía (curiosamente siempre ha tenido más de lo primero que de lo segundo). Sus razones tendrá, no lo dudo, pero se me escapan y esta propuesta, que ni siquiera se ha defendido con gallardía por los miembros concernidos del Gobierno que han recurrido a algunos subterfugios infumables ("no es por la crisis sino por la demografía", dijo la Vicepresidenta Económica), bien parece más la banda sonora del obsceno y ominoso haraquiri que el señor presidente se empeña en hacerse impúdicamente en nuestro abdomen.
Sin embargo, por más que se nos llene la boca, a mi el primero, de críticas más o menos acertadas hacia nuestra clase política, hay que reconocer que su dignidad y su sentido de la realidad se sitúan muy por encima de dirigentes de otros campos menos sujetos a la opinión pública que el de la política. Hay que agradecer a los dirigentes de la Confederación Africana de Fútbol que con su imperdonable iniquidad nos recuerde tan vívidamente que lo nuestro podría ser mucho peor. En la galería de inmundicia moral de la humanidad, tan poblada, se recordará por mucho tiempo a ese grupo de personas que un día, en un despacho probablemente luminoso y moderno, se reunió para castigar a un equipo por el terrible pecado de dejarse asesinar por un grupo terrorista.