sábado, 4 de octubre de 2008

El ejemplo, el compromiso y los nueve millones

Se ha hablado mucho de la bondad de algunas medidas de contención del gasto más cosméticas que efectivas pero de cierta relevancia desde un punto de vista ético como son la congelación de sueldo de altos cargos, diputados, etc. Parece existir un cierto consenso social acerca de este tema, en tiempos de crisis son los gestores de lo público quienes deben dar ejemplo en primer lugar consigo mismos y no subirse el sueldo, por más que el impacto real sobre los presupuetsos de estas medidas es más bien irrisorio, y en virtud de ese consenso social no se ha dudado en criticar a quienes no han predicado con el ejemplo o bien lo han hecho tarde. ¿No se les ha criticado? Falso. A la familia real se le ha aumentado la asignación para sus gastos (9 millones sin incluir mantenimiento de edificios, organización de actos oficiales, etc, sólo para sus gastos, digamos, personales, libres de justificación, además) y no parece que a nuestros representantes, a aquellos que a través de los partidos mayoritarios deben llevar nuestra voz a las instituciones, parezca molestarles en absoluto, es más, les parece algo hasta tan punto lógico y natural que no merece comentario alguno. La familia real no está obligada desde un punto de vista ético a predicar con ningún ejemplo, lo cual es hasta cierto punto lógico porque el ejemplo se da a los iguales, y su propia existencia implica un hecho claro y rotundo: ellos no son iguales. Si lo fueran deberían rendir cuentas por el dinero público que gastan, dar explicaciones de sus actos en el Parlamento, deberían poder ser imputables si cometieran algún delito, debería poder hablarse de ellos sin limitaciones de la libertad de expresión, debería poder denunciárseles si se cree oportuno, deberían presentarse a elecciones para poder desempeñar cargos públicos, no heredarían dichos cargos, en fin, y un lago y triste etcétera. No es que ellos no deban dar ejemplo, es que se lo dan a sus iguales, a Isabel II, sin ir más lejos, que pide más dinero público y a otras familias ungidas de su real condición por la gracia de dios y la estupidez de los hombres.

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