sábado, 11 de octubre de 2008

Gallardón y la dignidad

Coincido con el sr. Gallardón en una cosa, la publicidad no debe ser la manera más edificante de ganarse la vida, dudo que uno se sienta realizado como profesional ni como persona por el hecho de prestarle su imagen a un producto en el que probablemente no crea. Ahora bien, ¿indigno? No voy a entrar en disquisiciones sobre la indignidad o no de según que trabajos, pero prohibir un medio de vida (de gente humilde, ademas) porque en opinión personal de un regidor resulte indigno, es de una arrogancia tan extraordinaria que es sorprendente que quepa dentro de una sola persona.
De todos modos, puesto que el sr. Gallardón presume de ser una persona consecuente, cabe suponer que dará los pasos subsiguientes sin dilación y prohibirá las vallas publicitarias en las que aparezcan representaciones de personas, eliminará la publicidad institucional en la que aparezcan actores o ciudadanos del ayuntamiento de todos los medios de comunicación, prohibirá cualquier actividad cuyos participantes hagan publicidad de alguna marca, empezando por el fútbol, y prohibirá que cualquier personaje público haga declaraciones delante de un mural con marcas patrocinadoras de los que están tan de moda. Y, ya que nos ponemos, la ropa de marca, porque sin duda en indigno que una persona se vea obligada a lucir un cocodrilo, por ejemplo, sin ni tan siquiera recibir una remuneración por ello.
Y por supuesto les proporcionará un trabajo alternativo a aquellas personas cuyo desmedido afan regulador deja en el paro.
De lo contrario, si no predica con el ejemplo y dirige su exigencia moral a alguien más que los cuatro gatos que a duras penas ganan el salario mínimo que se dedican a hacer publicidad por las calles dl centro, los ciudadanos tendremos todo el derecho a sacar conclusiones muy poco halagüeñas sobre su catadura moral.

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