viernes, 3 de octubre de 2008

Adenda demagüemes

En un nuevo alarde de demagogía, a la que nos tiene tristemente acostumbrados el consejero Güemes, que ha conseguido un arraigo extraordinario en los medios afectos a esa práctica, se nos dijo ayer por activa y por pasiva que con el sueldo de los mil liberados sindicales de la sanidad pública madrileña (gente, aclaró por si alguien no lo tenía claro, que no hace aquello para lo que los madrileños les pagan sus sueldos), se podría construir un hospital de 400 camas. Es lógico que dentro de los neoliberales esquemas mentales del consejero no haya lugar para los sindicatos, sin embargo hay que negar la mayor: puesto que nuestro ordenacmiento jurídico contempla la representación y por tanto la liberación sindicales, los liberados sí que hacen aquello por lo que reciben su sueldo de las arcas públicas, que no es otra cosa que velar por la idoneidad de las condiciones de trabajo que necesariamente debe redundar en la calidad del servicio que se presta a los ciudadanos. Otra cosa es que hagan bien su trabajo o no, que, como fiel reflejo de la realidad política que son se preocupen más de sus intereses particulares (tanto sectarios como propios, personales) que del bien común, pero eso no obsta para que su existencia sea perfectamente legítima y esté, además, fuera de toda cuestión. Tampoco cumplen con su mandato de representar a todos los ciudadanos los miembros del gobierno de la Comunidad de Madrid, quienes no parecen diseñar políticas para contentar a quienes votan a otras opciones políticas, ni a quienes no votan, ni a quienes votándoles a ellos no son poseedores de grandes fortunas y/o empresas y no por ello se pone en duda la legitimidad de su existencia y de la remuneración que reciben por su trabajo. Algo similar se puede decir de los miembros del gobierno de España, y de los nacionalistas...
Lo bueno de la demagogia es que es un ejercicio intelectualmente poco exigente e incluso aquellos que no somos lo suficientemente inteligentes como para ser consejeros autonómicos podemos utilizar su propio argumento para volverlo contra él, como por ejemplo: con los sueldos de todos los cargos electos del PP (o del PSOE, según convenga) se podrían construir todos los hospitales, escuelas infantiles, institutos y colegios que hacen falta, porque de todas formas no cumplen con su tarea de velar por os intereses generales de los ciudadanos para la que se les paga. O bien: con lo que gasta el Goberno Aguirre en publicidad... O: con lo que costó la inauguración de los teatros del Canal (1,5 millones, según dicen)... O: con lo que ganan los presentadores de informativos de Telemadrid... O bien: con el dinero que de tanto en cuanto aparece misteriosamente en las cuantas personales de Carlos Fabra... O, porqué no: con los 9 millones de euros que le damos a la Familia Real para sus caprichos... O, ya puestos: con lo que gasta Güemes en ropa... Ocurre que además de sencillo es un ejercicio muy poco gratificante y, al igual que ocurre con el argumento del Consejero, mayormente no cuela, así que sería recomendable que se dejaran de falacias y agumentaciones abstrusas y fueran al fondo de las cuestiones con la lealtad que nos merecemos los ciudadanos que pagamos los sueldos tanto a políticos como a sindicalistas y los unos se pararan a pensar el porqué de las protestas cuya acción de gobierno genera, que consideren la posibilidad de ser falibles, y los otros llevan a cabo las mismas de forma intachablemente civilizada.

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