martes, 1 de abril de 2008

Si yo fuera Pizarro... y otras hierbas

Lo más llamativo de la elección de Rajoy de portavoces y ponentes para el congreso no es tanto esta en si misma, que es respetable como lo hubiera sido en cualquier caso, lo realmente significativo es la no elección de otras personas para cargo alguno, las ausencias que en río revuelto acostumbran a ser más ruidosas que las presencias. Se habla mucho del castigo a Madrid en general, o a Gallardón y Aguirre en particular, pero lo que a mi realmente me llama la atención es la absoluta marginación, por no decir ninguneo, que ha sufrido Manuel Pizarro, número 2 por Madrid al congreso, no lo olvidemos, y supuesta gran esperanza blanca para la economía de los españoles que súbitamente ni tan siquiera tiene voz en la ponencia de economía del próximo congreso de su partido, ni es portavoz en el congreso ni parece que tan siquiera lo vaya a ser en esa comisión.
Los fichajes estrella realizados únicamente con fines electoralistas acostumbran a obtener pagos similares al que empieza a cobrar Pizarro, y no necesariamente porque no hayan logrado la victoria deseada, que se lo pregunten a Garzón. En general se puede decir lo mismo de las ideas peregrinas que se le ocurren a los estrategas para ganar elecciones ofreciendo puestos de responsabilidad a quienes no han trabajado durante la legislatura, que se lo pregunten a Miguel Sebastián. Parece claro que a los ciudadanos no nos gustan ni los fichajes estrella ni las designaciones a dedo, pero parece más claro aun que a quienes realmente no les gustan es a los profesionales de la política, que no pierden un minuto en tratar de quitarse de enmedio a aquellos que medran por capricho de sus dirigentes más que por su propio esfuerzo en la política y su partido.
En otro orden de cosas, me resulta inconcebible el endiosamiento de Pedro J. Ramírez que le lleva a hacer un llamamiento público al alcalde de Madrid para que retire una querella que, a título personal, le ha puesto a Jiménez Losantos por sentirse insultado, agraviado por éste, y se atreve a hacerlo además en nombre de la libertad de expresión. Pues no, Sr. Ramírez, si alguien, cualquier ciudadano, piensa que su honor se ha puesto injustamente en entredicho tiene todo el derecho del mundo a defenderse en los tribunales, ya dirán estos si tiene razón o no, y eso no tiene absolutamente nada que ver con un ataque a la libertad de expresión, todo lo contrario, es una defensa de la misma, pero de su buen uso. Usted, como cualquiera, tiene todo el derecho a manifestarse a favor de quien desee, de argumentar lo que quiera sobre el fondo de la cuestión, pero no a exigir, ni tan siquiera a pedir o sugerir, que alguien renuncie a su legitimo derecho de acudir a la justicia en nombre de un derecho que nadie pone en entredicho ni para el que el sentido de la sentencia supone ningún riesgo: se juzga a una persona y unas declaraciones concretas, no a la profesión periodística ni a la libertad de expresión. Los periodistas, precisamente por vivir de la palabra y la opinión (más que de la información, lamentablemente) no están por encima de la ley, del respeto al honor, de la veracidad, sino que deberían ser quienes con más diligencia los observaran y se atuvieran a ellos.
Y finalmente, una convocatoria: I Jornadas "3ª República" 11 y 12 de Abril, Colegio San Juan Evangelista, Madrid.

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