miércoles, 2 de abril de 2008

La estupidez humana y la destrucción de lo amado

La estupidez humana, en su interminable viaje exploratorio en busca de sus propios límites, consigue en ocasiones hitos tales como hermanar, o al menos relacionar, a grupos humanos aparentemente inconexos por obra y gracia de lo absurdo de sus actos. Tal es el caso de dos grupos bien distintos que fueron noticia el día de ayer y que establecieron, sin ser conscientes de ello, una de esas relaciones de hermanamiento consistente, en su caso, en causar un profundo daño a aquello que dicen defender y que cabe suponer que aman: unos extremistas incontrolados pusieron en libertad a unos mil visones, en su mayoría hembras preñadas, en la Comunidad de Madrid, con lo que pueden causar un daño de magnitud muy considerable a la fauna y flora autóctonas en lo que es una nueva demostración que el activismo de los descerebrados es lo peor que puede ocurrirle a cualquier causa, por noble que pudiera ser ésta. El otro, más claramente definido ya que no se ampara en el anonimato y está organizado en torno a una siglas políticas, le causó un importante daño a la imagen de la tierra que dicen defender y muy especialmente a muchos de sus ciudadanos que se pueden sentir legítimamente agraviados por los actos de quienes les representan y dicen defenderles. Hablo de la decisión del PNV de obstaculizar la recusación de la alcaldesa de ANV en Mondragón, o lo que es lo mismo, prestar apoyo activo y explicito a quienes defienden el uso de la violencia terrorista como elemento aceptable de la política y, por tanto, la vida del país, y por otro lado el posicionamiento contrario a la retirada de nombres de calles y monumentos dedicados a la memoria de terroristas con delitos de sangre, o por decirlo más claramente, asesinos.
Tarde o temprano llegará el momento en que de un modo u otro la violencia desaparezca del País Vasco y su sociedad se normalice desde un punto de vista democrático. Llegado ese día los ciudadanos echarán la vista atrás y no podrán sino observar con horror la miseria moral a la que un día llegaron aquellos en quienes confiaron y a quienes votaron, y entonces, libres ya de la urgencia, el apasionamiento y la irracionalidad de las situaciones excepcionales, la verguenza, el oprobio que ahora sólo parece detectar una parte de esa sociedad será claramente visible para todos y se darán cuenta de que hay actos que, como en el caso de los visones, por románticos que parezcan sólo contribuyen a destruir lo que se ama.

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