viernes, 11 de abril de 2008

La capacidad de sorpresa perdida

Leí ayer una cita, lamento no recordar el autor, que decía "si algo del pasado nos sorprende por su idiotez, tenemos un problema como historiadores". Desconozco que dirán los historiadores dentro de unos años sobre estos días que vivimos, apuesto a que más de uno se sorprenderá y tendrá consiguientemente el citado problema profesional, mientras tanto me atrevo a cambiar el aforismo y propongo la siguiente redacción: si nada del presente nos sorprende por su idiotez, tenemos un problema como seres humanos. Y lo tenemos, porque deberíamos sorprendernos ante determinados espectáculos de la política española como que el PNV se negara a apoyar la moción de censura a ANV en Mondragón (algo intolerable, por cierto) y ahora, sin que nada haya cambiado, presente una equivalente. ¿Acaso no es idiotez apoyar algo justo sólo si la iniciativa parte de uno mismo? Tampoco es mucho más brillante lo que leo en Público sobre la presión de Chaves a Zapatero para que continúe Magdalena Álvarez en su ministerio, no por la pretensión en sí misma, sino por su argumentación, "podría ser interpretado como una victoria de los socialistas catalanes frente a los socialistas andaluces". Y no puedo dejar de citar en un comentario sobre la insidiosa presencia de la idiotez en la política a los reyes de las polémicas estériles, Aguirre y Gallardón con sus fieles escuderos y las replicas y contrarréplicas diarias en las que se superpone indisimuladamente el interés particular al general. Son sólo unos pocos de los muchos ejemplos de cosas que deberían sorprendernos profundamente y sin embargo leemos sin el menor asombro, indignación a menudo sí, pero sorpresa nunca porque hemos asumido como normal lo que debiera ser extraordinario. Y eso es triste.

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