sábado, 29 de noviembre de 2008

La vocación teatral de André Tchaikowsky

La vocación teatral de André Tchaikowsky ha tardado 30 años en materializarse, 30 largos años desde que decidió dedicarse a la escena hasta que logró debutar, eso sí, a lo grande. Y no sería nada extraordinario, el mundo está lleno de vocaciones tardías y de carreras frustradas, a no ser por el hecho de que esos 30 años han transcurrido para este pianista judio radicado en Oxford en la tranquila quietud del cementerio, urna o recuerdo en el que descanse su memoria. Porque cuando murió de cancer en 1982, a los 46 años, además de donar su cuerpo a la ciencia, incluyó en su última voluntad la llamativa claúsula por la que cedió su calavera a la Royal Shakespeare Company para que fuera usada en representaciones teatrales.
Ha sido necesario para culminar su sueño vencer no sólo los lógicos trámites burocráticos, sino los reparos de muchos actores que, antes que David Tennantm, actor que encarna a Hamlet en la nueva producción de la compañía, decidieron no utilizarla ya que su historia les impedía concentrarse en el papel. Ahora, por fin, André Tchaikowsky ha interpretado por fin su primer papel. Yorick, por supuesto.
Encuentro sumamente refrescante esta historia porque, tras lo ocurrido el miércoles en Bombay, el ejemplo de alguien que decide convertir su muerte en un acto de sensibilidad artística cuando hay tantos que deciden convertirla en una acto de barbarie y destrucción, consigue reconciliarnos con nuestros semejantes, recordarnos que hay mucho más en la naturaleza humana que el odio y el resentimiento. Este pianista nos ha recordado, tal vez involuntariamente, que la cuestión no es ser o no ser, sino qué ser, y eso es algo que debemos agradecerle.

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