lunes, 17 de noviembre de 2008

De sastres, lobos y pumas

Tal vez sea a causa de la tradición judeocristiana o de la influencia de las películas de hollywood, pero el hecho es que cuando acontece un suceso trascendente, no puede uno evitar buscar señales que refrenden la importancia del momento, que demuestren que no estamos viviendo un día como cualquier otro. Así que en este primer día laborable que enfrentamos nada más y nada menos que con el capitalismo refundado, busco en cada detalle la señal que me haga ver no ya ese nuevo mundo que se nos anuncia, sino algún ligero cambio que indique la dirección en que nos moveremos a partir de ahora, pero no lo consigo, incluso me he quedado mirando fijamente la máquina de coca-cola que hay a la entrada del trabajo a ver si los nuevos vientos la habían transformado, no sé, en dispensador de mirinda, por ejemplo, pero nada, ahí seguía ella, con todo su esplendor global a nuestra disposición. Tal vez sea ese el verdadero cambio, que ya asumimos el capitalismo salvaje hasta tal punto que todo lo que conlleva nos resulta natural y la coca-cola ya no nos debe parecer un símbolo del imperialismo, sino sólo un refresco.
Los medios parecen muy orgullosos de nuestra presencia en la cumbre, pero creo que nos hemos equivocado mandando a Zapatero, habida cuenta de que de lo que se trataba no era ni más ni menos que de diseñar el vestido de seda con que vestir a la mona, habría sido más efectivo buscar nuestra representación en la pasarela Cibeles, entre sastres y modistos, no en Moncloa, porque aunque estaba claro que era esto lo que iba a suceder, de ese modo al menos no nos estarían vendiendo como la panacea del nuevo milenio lo que a fin de cuentas no es más que un vestido de mercadillo.
Pero no es el capitalismo lo único que, refundándose, no ha cambiado en absoluto este fin de semana. Bueno, en realidad el objetivo de IU era mucho más modesto, aun no pretendía tanto refundarse como hacer símplemente una asamblea. A menor ambición del objetivo, y que me perdonen quienes han trabajado duramente, mayor ridículo supone el fracaso.
Era importante trasladar una imagen diferente, la de la superación de las divisiones internas, los personalismos y las luchas fraticidas por el poder, y eso, los objetivos a superar, han sido los únicos que han prevalecido como mensaje de la asamblea. Además han incurrido en la mayor de las contradicciones, porque si se puede consensuar, como se ha hecho, el documento político, lo demás, las personas, debería ser lo fácil, pero se ha demostrado una vez más qué es lo que verdaderamente importa. No qué hacer, sino quien lo hace. Es muy triste.
Cuando se hizo efectiva la designación de Obama como candidato demócrata a la presidencia de EE.UU., un grupo de seguidores de Hillary Clinton, descontentos por lo que consideraban un desaire a su lideresa, fundaron un grupo que, como medida de protesta, anunció su intención de votar por McCain, y a ese grupo lo bautizaron PUMA, que corresponde a Party Unity My Ass, algo que define muy bien lo que ocurre estos días, todos en realidad, en el seno de IU. No parece que realmente nadie se preocupe tanto de curar al enfermo como de salir bien librado en el testamento.
Lo preocupante en este siglo que apenas empieza es que si el lenguaje político se ha vuelto tan grandilocuente que la menor operación de chapa y pintura ya es una refundación del sistema o, en su medida, el futuro de una organización, cuando ocurra algo realmente trascendente va a costar mucho que nos lo cuenten de manera no ya que le demos la importancia que tenga, sino que sencillamente nos lo creamos. Si ya nos han anunciado al lobo con pompa, boato, fanfarrias y clarines cuando en realidad a duras penas se ha asomado el puma, debe ser que tienen muy pero que muy claro que el lobo, probablemente hastiado de su solitaria condición, se ha hecho vegetariano y ya no vendrá nunca. Pero si algo nos ha demostrado esta crisis es que nuestros mandatarios y sus profetas son tan capaces de equivocarse y de no ver lo que tienen ante sus narices como cualquier otro ser humano, así que tampoco tenemos porqué hacerles mucho caso.

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