martes, 2 de septiembre de 2008

¡Que viene el lobo! (perdón, el Lehendakari)

Hay que reconocerle a Ibarretxe una cierta constancia, cuando se propone hacer algo desde luego que hace todo lo posible por hacerlo a lo grande. La lástima es que lo que se haya propuesto hacer sea el ridículo y que un país entero se le haya quedado pequeño como público y haya sentido la necesidad de hacerlo ante todo un continente. Como además lo hará a título personal no arrastrará tras de sí a las instituciones, lo cual es de agradecer, y lo más que puede pasar es que en Estrasburgo, conmovidos por el caso, decidan incluir en la carta de derechos humanos a la que el Lehendakari Ibarretxe apela, el derecho al ridículo, para que así se sienta reconfortado. El único pero que le pongo es que en su desvarío utilice conceptos como los derechos humanos o la libertad de expresión de forma tan torticera que se corre el riesgo de que alguien le crea y se acabe por trivializarlos, y eso es un error porque si para cualquier estupidez se recurre a esta altisonante retórica de los derechos fundamentales, cuando llegue el momento en que haya que apelar a ellos de verdad no se le dará la importancia que realmente merecen. Debería estudiarse este caso en las Facultades de derecho con el texto de esa fábula que decía ¡que viene el lobo!, cambiando únicamente al depredador por el señor Ibarretxe, sería muy edificante.

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