jueves, 11 de septiembre de 2008

La paciencia del relojero

Me asomo cada día a la realidad a través de este blog sin más credencial que la del relojero aficionado cuya única preparación consiste en haber destripado muchos relojes previamente de forma que no logra comprender completamente el mecanismo pero es capaz de hacer una serie de operaciones básicas por simple intuición y gracias únicamente a la experiencia acumulada. Esto no implica mayor virtud que la de la paciencia ante la propia incapacidad para comprender el proceso en su globalidad y el atrevimiento de creerse capaz de entender ciertas partes. Sin embargo hay días que se asoma uno al reloj recién abierto de la actualidad y se le antoja una compleja combinación de arcanos a cual más incomprensible y hoy, concretamente, a la incomprensión se suma un cierto vértigo, como si se asomase uno a uno de esos agujeros negros que tanto temen determinados científicos que se formen en el nuevo acelerador de partículas puesto en funcionamiento ayer en Ginebra. Pero este agujero negro en particular más que de antimateria, parece estar formado de su equivalente en otro campo, lo que podríamos llamar antijusticia, antisentido común, este agujero negro que en teoría tiene capacidad para absorber el universo se ha saturado símplemente con 1.500€, los de la multa con que este Consejo General del Poder Judicial ha decidido castigar la negligencia del juez que dejó sin ejecutar la condena de prisión del que a la postre se convirtió en asesino de Mariluz, la niña de Huelva. Y eso que los señores magistrados, reunidos para enjuiciar el comportamiento oprobioso de su compañero de carrera, calificaron su falta de grave. Cuando un juez comete una falta grave le cuesta 1.500€. Me pregunto qué ocurriría si se aplicasen criterios semejantes al común de los mortales, aunque preguntarse eso no deja de ser una sandez porque los mortales comunes y corrientes no somos jueces y no podemos aspirar a beneficiarnos de semejante grado de benevolencia. A nosotros se nos castiga, y bien estrictamente. Esto se justifica, según creo, en un principio que escuché en la radio enunciado por un jurista, probablemente prestigioso, según el cual al juez se le debe castigar en función de cuanto se haya apartado del correcto proceder, no de las consecuencias de dicho apartamiento, lo cual no deja de ser curioso porque a los ciudadanos sí se nos juzga por las consecuencias de nuestros actos. La pena por disparar a alguien y causarle un rasguño no es la misma que por dispararle y matarle. Mismo acto, diferentes consecuencias.
No voy a entrar a discutir sobre la legalidad de esta decisión del CGPJ, no tengo más formación en leyes que en relojes, pero nada me impide decir que por legal que sea no es legítimo, si la ley permite esto hay que cambiarla inmediatamente y si no lo permite, si el castigo no es el adecuado con la legalidad en la mano, entonces hay que proceder inmediatamente contra quienes hayan tomado esta decisión. Que el juez se libre con un castigo tan leve es malo, que se castigue a quienes en todo momento se han comportado como ciudadanos ejemplares (los padres), a quienes han confiado en la justicia al fin y al cabo, también, pero que se de carta de naturaleza a semejante quiebra del principio de igualdad entre los ciudadanos es imperdonable. Claro que esto de la igualdad es algo en lo que ya sólo creemos un puñado de ilusos aparentemente tan inmunes al desaliento como incapaces de contagiar nuestro entusiasmo a la sociedad.

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