lunes, 4 de febrero de 2008

El lobby episcopal

Creo firmemente que el derecho de libertad de expresión ampara a cualquier ciudadano u organización a la hora de pedir el voto para quien considere oportuno, exactamente igual que ampara el derecho a réplica de quien se sienta aludido por dichas declaraciones (si lo uno es un ejercicio legítimo de la libertad de expresión no se puede consentir que lo otro se califique como "ataque" a la iglesia). Indignándonos por las declaraciones de la conferencia episcopal contribuimos al mantenimiento artificial de ese halo de santidad, de esa sensación de permanenencia al margen de las normas de la sociedad que tanto y tan bien han explotado. La naturaleza de la iglesia, para nosotros, no es divina sino tan humana y por lo tanto tan política como cualquier otro grupo organizado de ciudadanos y así debemos tratarla: no como los representantes de dios en la tierra, sino como el lobby de presión política que en realidad son.
El problema con las recientes declaraciones de los obispos, por tanto, no reside en su derecho o no a expresarlas, sino en si la argumentación es correcta (o incluso decente) o no, debemos analizarlas con el mismo desapasionamiento y racionalidad que si se tratara de un posicionamiento público de los dentistas o de cualquier otra organización o gremio. Y de este análisis racional y sosegado, a mi modo de ver, se concluye que la argumentación de los muy respetables obispos es demagógica y falsaria y por tanto, criticable, tanto que se califica por si misma y es una pérdida de tiempo volver una y otra vez sobre el tema.
Finalmente, sin ánimo de ofender y aprovechando los vientos de libre expresión de opiniones que la iglesia alienta tan insistentemente estos días, aprovecharé la coyuntura para expresar una sobre la iglesia no mía, sino de Tolstoi en su libro Resurreción (dice estas palabras después de describir un oficio religioso en la prisión). También lo mio tiene en esta ocasión lo suyo de demagógico puesto que en realidad él habla de la iglesia ortodoxa, pero más que una desfachatez por mi parte, lo considero un ejercicio de justa correpondencia:
Y a ninguno de los presentes, empezando por el sacerdote y el director y acabando en la Máslova, se le ocurría pensar que ese mismo Jesús, cuyo nombre había repetido tan infinitas veces con una voz silbante el sacerdote, glorificado por él con toda clase de extrañas palabras, había prohibido precisamente cuanto allí se hacía. Había prohibido no sólo aquella absurda verborrea y las sacrílegas artes mágicas de los sacerdotes maestros con el pan y el vino, sino que muy concretamente había prohibido que unos hombres llamasen maestros a otros hombres, había prohibido la oración en los templos y había mandado que cada uno orase en la soledad; había prohibido los propios templos, diciendo que había venido a destruirlos y que había que rezar no en ellos, sino en los más íntimo del alma y de la verdad. […] A ninguno de los asistentes se le ocurría que todo cuanto allí se hacía era el más grande sacrilegio y burla de aquel Cristo en cuyo nombre se hacía. A ninguno se le ocurría que la cruz dorada con medallones de esmalte en los extremos que el sacerdorte había sacado para darla a besar, no era sino la imagen del patíbulo en el que Cristo sufrió la muerte por haber prohibido lo que ahora se hacía allí en su nombre.

2 comentarios:

Maikel dijo...

Es hora ya que España de un paso adelante y corte ya con cualquier tipo de lazo con la iglesia Católica. Y pongamos los pies solidos a un estado totalmente laico y libre de ataduras con cualquier iglesia.

En los tiempos, que andamos es totalmente anacrónico que todavia reciban subvenciones por parte estatales. Se debe subvencionar proyectos, fundaciones y actividades solidarias y no al estamento religioso. Para así poder controlar a quien y a que se dedican los dineros y no se pierdan en terceros objetivos o personas.

Andrés Barrero dijo...

Cierto, amigo Maikel, pero me temo que no está próximo el momento en que se denuncie el concordato con la santa sede, que se renegoció en términos muy favorables para la iglesia en 2006. Según dice hoy El Pais, el estado invierte 5060 millones de euros al año en diversas partidas que tienen a la iglesia como destinatario.
No se trata que de la iglesia no vea ni un duro, debería poder acceder como cualquier otro a la financiación pública de sus proyectos, eso sí, en las mismas condiciones que los demás: contra proyectos definidos y con justificación de los gastos. Si haciéndolo así obtuviesen más dinero que ahora, no tendría nada que objetar porque no podemos negar que también hacen cosas positivas, pero el actual método de financiación es escandaloso.
Un saludo y bienvenido.