lunes, 18 de febrero de 2008

El olvido de la memoria (de Prado y Colón de Carvajal)

Dada mi tendencia natural a la hipertensión, este fin de semana decidí mantenerme al margen de la actualidad política y dedicarme a la contemplación, de modo que tras el fin de semana de inicio de la dramatización estoy más relajado que antes del mismo. Como casi todos, por otra parte, porque después de una semana de cohabitación, los términos tensión y crispación no deben haber hecho buenas migas, porque continúan sin ser sinónimos. Ya habrá tiempo de crisparse en la semana que empieza, en la que tendremos que escuchar las argumentaciones más aberrantes según las cuales Cataluña, el País Vasco, Galicia y Kosovo son primos hermanos de toda la vida, han llevado trayectorias históricas paralelas y deben recibir por tanto el mismo tratamiento por parte de la comunidad internacional. La lástima es que no se hayan dado cuenta a tiempo de esto porque de haberlo hecho podían haber incluido hace unos años a Kosovo como integrante histórico de la corona de Aragón, perdón, de Cataluña, en lugar de perder el tiempo hermanándose con Quebec, y ahora lo tendrían mucho más fácil.
Pero este fin de semana he leído algo que me ha llamado poderosamente la atención: se han destruido los ejemplares ya impresos de las memorias de Manuel de Prado y Colón de Carvajal antes de su comercialización, cuando ya se conocían los lugares y personas encargadas de la presentación, imagino que porque podrían resultarle incómodas a la Casa Real (no sé si porque se refiere al rey con el nada protocolario término "Chiquitín", porque dé explicaciones sobre su implicación, la de Prado, en los pagos irregulares del caso Kio, o por alguna otra razón)
Lo primero que me llama la atención es que la Casa Real siga teniendo ese halo de inmunidad, la autocensura a que medios y editoriales se someten en cualquier tema que pueda afectarles es algo indigno de un país democrático y lo segundo es la decepción personal que me causa saber que el editor en cuestión es Manuel Pimentel, alguien de ideología diferente a la mía pero de quien tenía un alto concepto precisamente por lo que ahora ha dejado de demostrar, su valentía.
Lo peor del caso es que a la postre seguro que las memorias son políticamente correctas y su publicación no se ha impedido para evitar un daño objetivo a las personas que ocupan la Jefatura del Estado, sino que simplemente se ha hecho por evitar molestarles o abundar en su incipiente nerviosismo. La libertad de expresión siempre es un precio muy alto, diría que incluso inasumible en cualquier cisrcunstancia, pero en este, además de alto, es infamante.
En fin, al menos ha llegado a saberse, algo hemos mejorado.

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