viernes, 22 de mayo de 2009

Trillo y González Sinde, de susto en susto y tiro porque me toca

Parece ser que el diputado Trillo decidió teñir pálidamente de honorabilidad su brindis al sol, uno más, y presentó su dimisión como portavoz de Justicia de su partido al conocerse la sentencia del caso del Yak 42, gesto teatral nada sorprendente en un erudito como él en cuanto que se refiere a la obra de Shakespeare, cuando es bien sabido que si hubiese tenido alguna intención de asumir responsabilidades (aun en diferido) le habría bastado con entregar el acta de diputado y así su gesto no habría dependido del ánimo generoso de nadie. Sin embargo, el señor Rajoy no aceptó su dimisión, cuando lo que debería haber hecho era reprenderle por la levedad del gesto. La torpeza del líder de la oposición y su confusión de la defensa de los intereses de su partido y los ciudadanos a los que representa con la de los intereses de sus militantes es tan notable que, en palabras de la ministra de Cultura, resulta "asustante". Por cierto, la prevención que la citada ministra siente por los libros digitalizados le obliga, los principios ante todo, a no hacer uso de ellos, entre los cuales destaca sin duda el diccionario de la RAE. Si lo hubiera usado, aunque fuera en papel, cosa que también debe ir contra sus principios aunque en esta ocasión por motivaciones ecológicas, se habría dado cuenta de que esa palabra que utilizó ayer públicamente no existe, algo difícilmente defendible en cualquier personaje de una cierta relevancia y con más razón en una ministra. Y de cultura.
La misma razón que justifica la existencia de subvenciones a actividades del ámbito cultural, justifica la digitalización de libros que tanto espanta a la ministra, y es que hay en la cultura valores de mayor importancia que los puramente comerciales y por ello se debe garantizar un acceso a la cultura lo más universal posible, siempre que se garantice la justa remuneración de los creadores, y hoy por hoy sólo se digitalizan libros que por su edad están libres del pago de derechos de autor o, en caso contrario, si se cuenta con su consentimiento expreso. Preocuparse por el efecto de la digitalización sobre las ventas de libros es desconocer el medio, porque el acceso al contenido de un libro lo que hace, en la mayor parte de los casos, es incitar a su compra, no evitarla.
Todo ello sin olvidar que aun quedan autores que, sin despreciar el pago a su esfuerzo creador, están más interesados en la difusión de su obra que en la cuantificación pecuniaria de su talento, claro que de estos no se puede esperar que ni la SGAE ni el Ministerio de Gestión de Derechos de Autor y la Industria del Entretenimiento, que tan esforzadamente dirige la ministra González Sinde, se preocupen.

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