jueves, 28 de mayo de 2009

Tanto tanto ruido

Si el ruido que abunda en las ciudades es una de los factores más negativos de cuantos alteran la convivencia, el ruido argumental que campa por sus respetos en el parlamento y la prensa lo es en igual medida para la inteligencia. Si ese ruido al menos tuviese una base sólida y fuese simplemente una muestra más de falta de brillantez y honestidad por parte de quien lo genera gestionando torpemente asuntos serios, sería indignante igualmente, pero tolerable a fuerza de costumbre, pero cuando, como es el caso, los escándalos se asientan sobre una base tan endeble, existiendo además otros temas mucho más graves de los que preocuparse, es comprensible el consecuente rechazo hacia la política que crece cada día más en la población. Sin duda habría sido deseable que la actuación de Defensa en el caso del cuartel de Hoyo de Manzanares, además de realizarse en esctricta aplicación de los protocolos de la OMS (probablemente el más ridículo de los premios Príncipe de Asturias concedidos jamás) se hubiese desarrollado también con un cierto sentido común y se hubiese evitado la visita escolar al cuartel, pero, con todos mis respetos, es un tema tan menor que me resulta incomprensible que protagonizara de tal manera una sesión de control al congreso. Es una constante últimamente de las sesiones parlamentarias (por no hablar de las de la Asamblea de Madrid, una realidad paralela en sí mismas) que si fuesen presenciadas por un espectador imparcial que no entendiese nuestro idioma, pensara que se debate una declaración de guerra. Y no se trata de eso, les pagamos para que nos solucionen los problemas, no para que nos los creen ni para que nos hagan sentir vergüenza ajena.
Una última consideración, quienes defienden la presunción de inocencia de Camps como acto de fe, debieran hacer lo propio con Chaves y Garzón, y por la misma razón quienes denuncian al presidente de la Comunidad Valenciana basándose en indicios y no en sentencias, quienes consideran que la honestidad de las personas se dirime en la prensa y no en los juzgados, deben consecuentemente condenar públicamente, de manera cautelar, claro, los casos de reciente publicación que atañen a estos últimos. En orden a la honradez, lo lógico , porque además así lo establecen los principios básicos del Estado de Derecho, es respetar escrupulosamente la presunción de inocencia de cualquier ciudadano, pero puesto que eso parece ser mucho pedir ya que no todo el mundo actúa de ese modo, es necesario invocar entonces a la obligada coherencia para exigir un trato igualitario a todos los casos equiparables.
Por cierto que la querella contra Garzón se refiere exclusivamente a su actuación profesional, nada añade ni resta al tema que juzgaba cuando se originó la demanda.

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