martes, 26 de mayo de 2009

El avión de Zapatero y otras confusiones

Desconozco si existe algún argumento que justifique la utilización de un avión del ejército por parte del Presidente del Gobierno para asistir a un mitin de su partido, pero lo que tengo claro es que si éste existiera desde luego no sería el que se ha esgrimido desde el ejecutivo, porque si resulta difícil de justificar la presencia del Secretario General de un partido en un avión oficial para un viaje particular, más atenta contra el buen gusto y la razón la del Presidente del Gobierno en un mitin de partido. El señor Rodríguez Zapatero asistió al mitin de Dos Hermanas en calidad de Secretario General de su partido, no de Presidente del Gobierno, y defender lo contrario desde el ejecutivo supone un problema mucho mayor que el de la utilización del avión: la completa e intolerable confusión entre lo público y lo particular que parecen padecer muchos de nuestros políticos.
Abundan las confusiones últimamente entre ellos. Una notable es la identificación entre el convencimiento moral de un hecho y la certeza jurídica de éste. Puede tenerse cuanto convencimiento moral se quiera de que la lista de I.I. es continuadora de Batasuna que éste es irrelevante, o existen pruebas suficientes o el vínculo, a todos lo efectos, no existe. Vivir en un estado de derecho es lo que tiene. Yo desconozco, obviamente, el grado de afinidad que los partidos concurrentes a las elecciones bajo la marca I.I. puedan tener con el entorno abertzale, pero lo que tengo claro es que el hecho de que desde dicho entorno se pida el voto para ellos no es prueba suficiente de nada, porque lo que la ley persigue no es la defensa de ninguna idea ni opción política, sino la del terrorismo y si no se puede demostrar que desde ese partido se financie, informe, sostenga o defienda de algún modo la actividad terrorista, entonces debe concurrir a las elecciones con las mismas garantías que cualquier otro. Lo exigible es que si el vínculo existe se hubiese probado a tiempo, si no había pruebas suficientes habría que haberlas encontrado o asumir su inexistencia, pero exigir a los tribunales que fallen en virtud de sospechas o convencimientos íntimos más o menos sólidos sería un ataque al sistema democrático mucho más grave que el mero hecho coyuntural de la presencia de papeletas de esta lista en las mesas electorales. Ahora que todo el mundo cita a Obama con la reverencia con que se invoca a las deidades, conviene recordar lo que dijo sobre traicionar los principios que sustentan el sistema democrático en nombre de la lucha contra el terrorismo. Y aplicárselo. Ninguna lucha, por noble que sea, se puede ganar traicionándose a sí mismo, porque ésa es la batalla, no la que plantean quienes saben que no pueden ganar ninguna otra.

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