viernes, 27 de marzo de 2009

Los cada vez menos transitados cauces civilizados

Trato de mantenerme alejado del tema del aborto (digo tema porque si hay algo que no es, es un debate) porque el grado de visceralidad que hay en él no lo convierte en terreno propicio para la argumentación, y es lógico porque para cada parte su postura es irrenunciable y no sujeta a negociación, cuestión de principios, cosa notable en un tema claramente extraideológico. Sin embargo surgen cuestiones en relación al tema difícilmente soslayables y que no atañen, o no deberían hacerlo, al núcleo del asunto, y que por tanto no deberían ser presa de su misma visceralidad. Me refiero por ejemplo a que por muy defensor del aborto que se sea, parece sensato oponerse a la medida que permitiría abortar a menores de edad sin consentimiento ni conocimiento de sus padres, algo que afortunadamente parece que va a ser sometido a revisión. Del mismo modo, por muy antiabortista que se sea es inexcusable condenar el burdo adoctrinamiento que se ha llevado a cabo en un colegio concertado de Logroño obligando a las alumnas a ver imágenes de fetos mutilados junto a otras de dirigentes políticos y logotipos de un partido concreto. Con todo, no es tan alarmante el hecho en sí como la proliferación de comentarios en los medios que van desde la comprensión al aplauso.
La indignación que pueda cualquier ciudadano llegar a sentir por el tema que sea no convierte en tolerable el recurso a métodos impropios no ya de un sistema democrático, sino de uno simplemente civilizado, y sería conveniente que cuando así sea llegue la condena pública de tales actitudes de la sociedad en general, pero de los partidarios de la reivindicación en particular, como así lo ha hecho hoy el diario El Mundo en el blog de su consejo editorial. Si algo define a una sociedad civilizada debe ser el destierro del todo vale, el fin no sólo no justifica los medios sino que éste puede verse desacreditado innecesariamente por éstos.
Una ley de plazos razonable parece más apropiada que la actual, no es tolerable el incumplimiento sistemático de ninguna ley y hace bien el gobierno en tratar de regularizar la situación de modo que no exista el permanente fraude de ley actual, pero eso no debe servir ni para ampliar desmedidamente los supuestos por un lado ni para suprimir lo que lleva más de dos décadas siendo un derecho aceptado por la sociedad por otro.

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