martes, 3 de marzo de 2009

Coches

Los primeros síntomas del cambio en Galicia parecen indicar que de cambio, nada. Núñez Feijóo vende una imagen de seriedad que se ha visto tristemente desmentida con sus primeras declaraciones, cuyo tinte populista es de tal calibre que merecen descalificación inmediata. Antes de tomar posesión, el nuevo presidente deja claro que piensa vender el coche oficial de la discordia para comprar un Citroën, es decir, para hacer visible su rechazo a lo que considera un gasto dispendioso a cargo de las arcas públicas, se dispone a sumar aún más gasto al ya excesivo del parque móvil presidencial, porque si pretende vender un coche usado y comprar otro nuevo (con las características de seguridad exigibles) ganando dinero, o desconoce el valor de las cosas o es igual de irrespetuoso con los intereses de los ciudadanos como lo era, según él, su antecesor. Que no se me entienda mal, no dudo que el gasto del Audi es excesivo y que su uso es ostentoso e inapropiado, pero es un gasto que ya está hecho y a no ser que el próximo presidente considere que el valor simbólico del gesto de cambiar de coche (comprando, además, uno fabricado en Vigo) bien compensa el gasto de dinero público que conlleva, o en otras palabras, que el simbolismo de una política de gestos pesa más en la balanza de su código de buen gobierno que los intereses de los ciudadanos, lo cual es exactamente lo que se le echa en cara, con razón, a la concepción política de los partidos nacionalistas. Es pronto para sacar conclusiones y espero que no sea este el camino que piensa seguir en la legislatura el nuevo gobierno de la Xunta, porque de ser así, sinceramente, para ese viaje no habrían hecho falta estas alforjas.

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