miércoles, 11 de marzo de 2009

De homenajes y ausencias

La reacción de Bush al 11S modificando estructuras legislativas, alterando algunos de los pilares fundamentales del sistema en pro de un fin que entendió justificaba cualquier medio, encadenó de tal modo a la sociedad a ese trágico momento histórico que de algún modo condicionó su propia evolución como país. Los EE.UU. se traicionaron a sí mismos de tal modo que el 11S trascendió a su magnitud histórica para convertirse en un freno, en el peso muerto al que el país quedó anclado a partir de ese momento. Una de las cosas que Obama está haciendo muy bien es romper definitivamente esas cadenas, cerrando Guantanamo y anunciando la retirada de Irak, sí, pero sobre todo anulando las declaraciones firmadas de Bush que permitían hacer excepciones a la legalidad en determinados casos y dieron cobertura legal, bien que discutible, a los vergonzantes casos de tortura por todos conocidos. Un buen gobernante es capaz de convertir una tragedia en una catarsis ciudadana que sirva de motor de progreso y a la postre motivo de orgullo de la misma forma que uno malo es capaz de convertirla en un borrón en la historia que nadie pueda mirar sin verguenza.
Pues bien, en relación al 11M nosotros no padecimos de los mismos dolores que ellos con su particular día de septiembre, no protagonizamos a cuenta de nuestro dolor políticas que debieran avergonzarnos ante el mundo, y sin embargo, llegado el quinto aniversario de la masacre, cualquiera diría que somos nosotros quienes no somos capaces de digerir nuestra tragedia y seguimos enfangados en un enfrentamiento absurdo que no permite que ni el duelo ni la normalidad transcurran por los lógicos caminos naturales. Si discutible es la actitud de quienes aprovechan el aniversario para sembrar nuevas dudas, resulta de todo punto incomprensible la de la oposición de la Comunidad de Madrid negándose a asistir a un acto institucional, y cabría repetirlo hasta la saciedad: INSTITUCIONAL, de homenaje a las víctimas. Y si alguna vez existe un motivo para hacerlo, ahora mismo no se me ocurre cual, sin duda no será tan ajeno al sentido común como la protesta por el cierre precipitado de la comisión del espionaje, que sí, que es lamentable, pero a un acto mezquino no se debe contestar con otro igualmente miserable. Y para terminar, igualmente imperdonable es la ausencia de homenaje por parte del Gobierno Central, algo que desde ya me declaro tan incapaz de comprender como obligado a criticar.
Ver llegar el día en que los Estados Unidos sean capaces de mirar por fin hacia delante, obviamente sin descuidar el inexcusable recuerdo y homenaje a sus víctimas, era algo largamente esperado por todo el mundo, lo que personalmente no podía esperar era que la materialización de ese día llegara junto con la confirmación de que en mi país muchos no sólo no piensan seguir el mismo camino, sino que llegado el aniversario sufren una regresión tan perniciosa para todos como sociedad como descalificadora para ellos como clase política. No se trata de pedir perdón, como en la canción de Silvio, a los muertos de nuestra felicidad, pero me entristece comprobar que aun hoy muchos deberían disculparse con ellos si no por nuestra felicidad, sí por su lacerante indiferencia.

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