viernes, 23 de mayo de 2008

Rajoy y la baja del Marqués de Queensberry

Tradicionalmente, existian más diferencias entre un combate de boxeo y una pelea callejera que el hecho evidente de que en la primera se asumía la obligatoriedad de respetar unas ciertas normas que en la segunda no existían, sino que la asunción de esas normas, más que un corsé que limitaba la capacidad ofensiva de los contendientes era la consecuencia lógica de lo que en absoluto era una pelea, sino una competición entre caballeros dotada de una cierta elegancia. De hecho, al terminar el combate los contendientes estaban obligados a darse la mano y a reconocer el esfuerzo y la nobleza del adversario. Hoy día mayoritariamente se han perdido las formas en este deporte y la elegancia del Marqués de Queensberry se ha visto relegada en pro de la fanfarronería y el espectáculo.
Pasa algo similar en la política, dedicación que en principio debería ser tan noble como la expresión de una vocación de servicio a la comunidad, con unos contendientes que se atuvieran a las reglas del juego porque éstas son la expresión de la voluntad popular, no por imperativo legal, y que cada vez más parece transformarse en un espectáculo con una cierta convención de buenas formas pero que en el fondo es más parecida a una pelea callejera que a un noble combate deportivo. Incluso los ciudadanos parecemos asumir que es así cuando la confrontación es entre diferentes partidos o sensibilidades ideológicas, la novedad es que las navajas brillen más que las ideas dentro de un mismo partido. Cuando acabe todo este proceso de supuesta adaptación a la realidad (léase búsqueda de nuevos votos) del PP, me pregunto si los aguerridos contendientes se darán la mano y reconocerán al contrario su brillantez y su elegancia en la disputa. No parece que vaya a ser así, principalmente porque ni la brillantez ni la elegancia en la disputa han hecho acto de presencia de momento en el ring, pero tampoco lo parecería aunque así hubiera sido, ya que todo parece indicar que quienes pierdan influencia en el congreso más que reconocimiento sufrirán depuración. Cabe añadir además que no ha habido en la sociedad española división más absurda y artificial como esta de los "duros" y los "blandos" desde que fairy nos atormentaba con aquellas infumables campañas de Villarriba y Villabajo.
Para terminar como empecé, con el símil pugilístico, todos los boxeadores saben que las combinaciones de golpes son más efectivas que los golpes aislados y que, aunque en ocasiones se gana un combate gracias a un único golpe, la sucesión de golpes estratégicos es más efectiva y desgasta más, tanto, por cierto como los golpes fallados por el adversario. Eso le sucede a Rajoy en el PP, ha recibido una serie de combinaciones de golpes pequeños (Arístegui, González, Granados, Costa), algunos grandes y efectivos (Acebes, Zaplana, Aguirre, Aznar, Botella), otros fuertes y tremendamente dolorosos (San Gil, Ortega Lara), algún que otro golpe bajo (Losantos, Pedro J. Ramírez) y ha errado alguno que le ha desgastado igualmente (Rato), pero de momento ningún KO, como sería por ejemplo la afiliación de algún peso pesado a UPyD, como se ha comentado. Si a ello le sumamos que en su esquina se mezclan la inexperiencia con la dudosa fidelidad de alguno de los integrantes de su equipo, parece que no las tiene todas consigo para ganar el combate, y sin embargo probablemente lo haga y no precisamente por la mínima, porque, como decía antes, esto no es un combate que se dirima según unas reglas nobles como las de Queensberry, sino que se sitúa entre el combate amañado porque las normas benefician claramente a uno de los contendientes, quien además nombra a los árbitros y decide el lugar, y una pelea callejera cuya única regla es la búsqueda beneficio propio de cada cual y el sálvese quien pueda.
Yo sigo convencido que las diferencias entre unos y otros son de índole más estética que ideológica y que el fondo de todo esto es sólo una lucha de poder, pero igualmente pienso que las últimas personas que se han ido, lo han hecho convencidas de lo contrario.

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