miércoles, 21 de mayo de 2008

La de Gallardón no es una gaviota, es un ave fénix

Una cosa hay que reconocerle a Ruiz Gallardón, un instinto de conservación completamente sobrenatural gracias al cual aparece como la más veterana de las figuras emergentes del PP, la prueba aparente de cómo se intenta mostrar la renovación a la opinión pública: no tanto generacional, esto es, natural, como de actitudes, de formas de entender la política. Cuando acaparó portadas a raiz de la reunión a tres bandas en la que acabaron sus aspiraciones a entrar en el congreso, las usinas de rumores que son El Mundo y la COPE, cronistas de una realidad paralela cada vez más alejada de la de verdad, hablaron de jugada maestra de Aguirre y dieron su carrera política poco menos que por finiquitada, y ese agudo análisis se situaba precisamente en un escenario postelectoral como este, una derrota del PP que dejaría debilitado a Mariano Rajoy. Los muertos que Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos matan, gozan de una salud envidiable, lo cual constituye la mejor de las noticias para el PP, ya que según ellos es un partido moribundo cuyo acta de defunción espera para ser firmada únicamente al congreso que ratifique a Mariano Rajoy en su presidencia.
Ser espectador del espectaculo pseudopornográfico en que se ha convertido la digestión de la derrota en el PP comienza a hacerme sentir un cierto pudor, y en este maremagnum de entropía uno sufre un gran riesgo de confundirse y creerse que gente como Gallardón es "de los blandos", cuando no hay nada más alejado de la realidad: el alcalde de Madrid es un señor de principios muy conservadores, sólo que con un gusto y una estética más modernos que los de muchos de sus correligionarios. Conviene estar atentos y no creerse más cosas de las necesarias, la alternativa, el previsible nuevo PP tendrá una cara más amable, pero será el de siempre, como por lo demás no podría ser de otra manera.

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