lunes, 3 de marzo de 2008

De fiestas y gorrones

Dice el tópico que las elecciones son la fiesta grande de la democracia, y es cierto, sólo que entre los niños andaluces analfabetos de Ana Mato, los desequilibrados de la excavadora que levantaron del suelo un coche electoral del PP, la abstención de Elorriaga, las piruetas demagógicas de Rosa Díez para conseguir salir en los medios, el desprecio por la Comunidad de Madrid por las huelgas convocadas (según ellos no son reivindicaciones de derechos de los trabajadores, sino maniobras electoralistas de Zapatero), la quema de contenedores en Valencia practicamente obra del Presidente en persona, según la alcaldesa Barberá, o tantos y tantos ejemplos de lo que no debe ser una campaña, de hasta qué punto se puede pervertir la democracia, tengo la sensación de que en esta fiesta hay demasiados invitados molestos y gorrones autoinvitados para que se pueda considerar realmente una fiesta. A estas alturas, lo que más me llama la atención del debate de esta noche es la certeza de que es el último lunes que estaremos en campaña y que la semana que viene, a estas horas, probablemente estaré escribiendo algo sobre los resultados, no sobre las meteduras de pata de tal o cual político.
Pero en fin, seguimos en campaña y este fin de semana leí algo francamente esclarecedor sobre la reforma de la ley electoral: desde diversos ámbitos y por motivos diferentes, son muchos los partidos que piden una reforma de la ley electoral y vista una proyección de los resultados de 2004 a un sistema de circunscripción única publicada el domingo, ya tengo claros los motivos por los cuales no se ha hecho ni se hará. A diferencia de lo que se suele pensar, los escaños nacionalistas no se verían alterados (en esta simulación CiU ganaba uno y NaBai lo perdía) pero quienes sí perderían, y mucho, serían PP y PSOE, y quien sí ganaría, y mucho, era IU. Los grandes partidos no llevarán a cabo esta reforma porque favorece el pluralismo y perjudica al bipartidismo de facto del que les gustaría disfrutar, porque a ninguno de los dos, pero especialmente al PSOE, le interesa un grupo de IU en el parlamento con la suficiente fuerza como para denunciar que las políticas que pone en práctica son neoliberales, por mucha pátina progresista con que las pinten.
PP y PSOE consideran nuestro sistema una fiesta privada, y del mismo modo que a mi me puede parecer que las personas que pervierten la democracia mediante declaraciones o actitudes intolerantes o demagógicas son invitados no deseados, ellos consideran que los gorrones son aquellos que aspiran a defender en el parlamento ideas diferentes de las suyas con la fuerza suficiente como para que sean escuchadas, porque a los grandes partidos les parece muy bien la pluralidad siempre que sea parlamentariamente anecdótica.
Francamente, no creo que entre todas las propuestas presentadas por los partidos haya una más indiscutiblemente justa, más enriquecedora para nuestro sistema democrático y nuestra sociedad, que la de reforma de la ley electoral, y sin embargo no me cabe ninguna duda de que, gane quien gane, la niña de Rajoy (de la que sabemos que, al menos según Ana Mato, no será andaluza) no la verá puesta en práctica.

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