lunes, 24 de marzo de 2008

Intolerancias

Dediqué mi última entrada antes de vacaciones a comentar una sentencia que daba carta de naturaleza a la imposición de nombres de terroristas a plazas y calles públicas (sentencia de la Audiencia Nacional emitida por el juez Santiago Pedraz), y ahora leo con satisfacción que la abogacía del estado ha emitido un dictamen que declara ilegal dicha práctica y que de hecho ya se han iniciado los trámites oportunos para corregir esta situación allí donde se presente. Parece ser que en algunos casos esta situación se mantenía desde hace 26 años, periodo en el que los dos partidos mayoritarios han tenido responsabilidades de gobierno, así que ni la solución de ahora ni la falta de iniciativa de antes deben ser utilizadas políticamente, sino que más bien debe convertirse en profundo motivo de reflexión para ambos. En cualquier caso, siempre es motivo de alegría que se den los pasos necesarios para solucionar una situación manifiestamente injusta y, pese a que se haya hecho con un retraso aparentemente injustificable, no quería dejar pasar la oportunidad de expresar mi satisfacción.
Otro tema que me ha llamado la atención estos días es la negativa de la iglesia a facilitar la comunión a sus fieles celiacos con hostias sin gluten: investigando un poco por internet he sabido que no sólo existe una orden expresa de la jerarquía eclesiástica para que sólo se utilicen hostias hechas a base de trigo (se permite a los celiacos comulgar únicamente con vino si lo desean), sino que por increible que parezca existe una orden de impide el acceso de estos ciudadanos al sacerdocio (inserto extracto del artículo):
En 1995, el ahora Papa, entonces al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe --sucesora de la temible Santa Inquisición--, ordenó a través de un documento que "los aspirantes al sacerdocio afectados de celiaca, alcoholismo o enfermedades análogas, dada la centralidad de la celebración eucarística en la vida sacerdotal, no puedan ser admitidos a las órdenes sagradas"
Además de lamentable, como lo es cualquier tipo de discriminación, creo que esta es la más absurda e incomprensible que ha saltado últimamente a la luz pública y aunque siempre he dicho que la iglesia es muy dueña de hacer lo que estime oportuno con sus prácticas, ritos y feligreses, me gustaría comprender a qué obedecen esta decisión y la innecesariamente ofensiva comparación que establece el citado documento. La intolerancia al gluten es sin duda una patología, pero la intolerancia sin más, la exclusión de lo diferente, es una lacra en contra de la que la gente de bien debiera manifestarse públicamente independientemente de sus creencias. Sólo espero que la próxima vez que la conferencia episcopal trate de dar lecciones de moralidad a la sociedad todos recordemos este y otros muchos detalles para poder calibrar exactamente la fuerza moral que en una sociedad abierta y plural subyace tras las opiniones de una organización que se ha quedado tan atrasada respecto a sus fieles que no es de extrañar que cada vez sean más los que la pierdan de vista.
Y hablando de intolerancia, aunque de una mucho más grave y de naturaleza muy distinta, no quisiera dejar pasar la oportunidad de expresar mi solidaridad con los vecinos de Calahorra cuya estupefacción e indignación hacemos nuestra todos los demócratas.

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