martes, 3 de junio de 2008

Rajoy y la crítica

Tengo un recuerdo de hace ya muchos años de un profesor de mi Facultad que fue preguntado en clase acerca de una discrepancia entre lo que acababa de explicar y lo que decía sobre el mismo tema uno de los libros más reconocidos de la materia, a lo que contestó con un rotundo "en este tema, la ciencia soy yo". Supongo que a un estado tal de autocomplacencia no se llega fácilmente, son necesarias una gran dosis de retroalimentación positiva y egocentrismo y una ausencia casi absoluta de autocrítica. A menudo recuerdo ese momento cuando escucho a algún que otro líder político, al que no ya la autocrítica sino el simple análisis de sus actos le resulta absolutamente ajeno, algo extendido en todos los partidos pero endémico en el principal partido de la oposición acostumbrado a tener un líder cuya palabra era dogma de fe y que ahora, por obra y gracia de unas derrotas electorales emocionalmente dolorosas pero intelectualmente balsámicas, ve como se planta ante sus simpatizantes y les dice "los principios soy yo", y no se lo creen y además, aunque la autocrítica de su círculo íntimo siga desaparecida (y sin que se la espere), la crítica entre determinados sectores de la militancia es intensa e incluso tal vez un poco exagerada. La falta de experiencia en esto de recibir criticas de entre sus propias filas, está haciendo que sean de dificil digestión y en lugar de escucharlas serenamente, analizarlas y dar respuestas argumentadas a esas inquietudes de parte de la tropa, se descalifican con el peregrino argumento de que son minoritarias. Por eso es intelectualmente balsámico este proceso, porque hace visible a la sociedad que los partidos no son monolíticos y que en ellos tiene cabida la discrepancia, aunque todavía algunos no hayan aprendido qué hacer con ella.

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