lunes, 23 de junio de 2008

El vestido de seda y la política de la estética

Si el objetivo del congreso del PP era hacer una criba de críticos en la directiva, habrá que felicitar al Mariano Rajoy por haber cumplido su objetivo, pero si por el contrario se trataba de buscar una catarsis con la militancia, de que a partir de ahora se olvidaran las críticas y disidencias, de conseguir un partido monolítico sin asomo de discrepancia o duda pública como el que presidieron sus antecesores, entonces habrá que dar por fracasado el mismo. Aun no había terminado el congreso cuando comenzaron a escucharse declaraciones a la prensa de Esperanza Aguirre poniendo en duda la representatividad de la nueva directiva, algo perfectamente esperable, y no se puede decir que los medios críticos con Rajoy hayan desistido de su postura de repente y se hayan entregado a la tarea de loar al líder para ayudarle a llegar a la Moncloa. Eso lo harán, si no les queda otro remedio, cuando las elecciones estén a la vista, pero debe D. Mariano prepararse para una legislatura marcada en el PP por el fuego amigo tanto como en el PSOE lo estará por la crisis.
Yo no sé los simpatizantes del PP que opinarán, pero tengo la sensación de que el congreso en realidad no ha tenido el deseado efecto balsámico, más aun, las modificaciones de la ponencia política han ido en el sentido que tanto se criticó cuando se dio a conocer y que motivaron la salida de María San Gil, así pues el congreso no ha tenido más calado político que el de la colección de gestos que a modo de estampitas tan exhaustivamente ha reunido la prensa: que si el discurso de Aznar, que si su salida de la sala, que si los saludos a Acebes, que si la llegada sorpresiva de Rato, etc. En fin, que quienes hayan seguido con interés el congreso esperarando que deparara alguna sorpresa, han tenido que conformarse con la versión más "rosa" de la política, con especulaciones y cotilleos más que con ideas y noticias de calado, pero no cabe sorprenderse cuando la supuesta revolución que se propone no es sino un conjunto de medidas estéticas para que la sociedad no perciba a la mona, sino el vestido de seda que tan primorosamente se han dedicado a tejer este fin de semana en Valencia.

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