viernes, 3 de abril de 2009

La mujer del César y la política contrafactual

Tiendo a simpatizar con el hecho de que Mariano Rajoy defienda a su tesorero y al eurodiputado que podrían estar implicados en el caso Gürtel: si honestamente piensa que son inocentes es lo que debe hacer, en el bien entendido de que con ello liga su futuro al de estas dos personas y una hipotética futura condena debería implicar su asunción de responsabilidades políticas. Precisamente por eso le honra su defensa, porque expone mucho con ella. Con lo que no puedo simpatizar ni remotamente es con el doble rasero de nuestros principales partidos que una vez más se ha hecho patente con sus valoraciones del almuerzo que compartieron el consejero de interior de la Comunidad de Madrid y el presidente del TSJM. Éste es condenable en primer lugar porque de ser una cita de trabajo debería aparecer en las agendas oficiales de los protagonistas, cosa que según la prensa no acontece, y segundo, pero muy principalmente, porque el juez reconoce que hablaron del caso Gürtel, pero sólo tangencialmente, algo inaceptable independientemente sea tangencial, radial, perpendicular o paralelamente. Soy de los que pensaban que no había nada extraño en que Bermejo coincidiera en una cacería con Garzón (en la que ambos dicen que no hablaron del sumario), de la misma manera que pienso que en principio no hay nada punible en esta comida porque dos personas de esta responsabilidad deben mantener una comunicación fluida y porque deben ser capaces de hacerlo sin abordar temas que por lógica no pueden tratar, pero reconocen que no han querido o no han sabido hacerlo con un tema que a todas luces les debe estar vedado, por muy tangencialmente que lo hayan abordado. La dimisión de Bermejo estaba justificada, a mi entender, no por la cacería, sino porque un Ministro de Justicia no puede permitirse el lujo de hacer ninguna actividad sin la licencia que se le exige al resto de los ciudadanos, y Granados debería hacer lo propio no por comer con el Presidente del TSJM, sino por aprovechar la ocasión para abordar un tema que a todas luces no deberían ni haber comentado.
Estos días, a raíz de la publicación de un libro que teoriza sobre las consecuencias de una hipotética derrota de Franco en la guerra civil, se ha puesto de moda hablar de la historia contrafactual, cuando puestos a hablar de esa práctica sería mucho más interesante hacerlo de la política contrafactual de tan arraigada escuela y tradición en nuestro país y que se basa prácticamente en una única hipótesis, que es una supuesta superioridad moral de una serie de ciudadanos frente a otros por la única razón de pertenecer a un determinado partido político. Lo malo es que mientras que los historiadores tienen claro que es únicamente una ejercicio intelectual, los políticos lo asumen como dogma de fe en virtud del cual se puede comprender que lo que exigen a los demás no se lo apliquen a sí mismos, que los correligionarios disfruten de presunción de inocencia mientras que los adversarios padezcan presunción de culpabilidad. Y esto les ocurre a los dos grandes partidos, por más que estos días se vea mucho más acusadamente en el que ocupa la oposición.
Entiendo evidente que quienes criticaron a Bermejo deberían hacer lo propio con Granados y por el contrario quienes justificaron a uno deben, por lógica pero sobre todo por honestidad, defender ahora al otro, pero salvo exepciones, notables por lo demás como el Ministro Caamaño, el intercambio de papeles ha sido prácticamente completo. Y eso es injustificable. La mujer del César, tan de actualidad estos días la pobre, sería feliz si viviera entre nosotros porque esa máxima que regía sus actos y su apariencia hoy sería bastante diferente, probablemente más llevadera para ella pero bastante más triste para todos, algo así como: "la mujer del César debe ser honrada y parecerlo, o en su defecto afiliarse a uno de los partidos políticos mayoritarios en cuyo caso la apariencia de honestidad de sus actos tendrá vida propia, siendo siempre culpable o siempre inocente en virtud de la filiación de quien opine sobre ellos".

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