martes, 7 de abril de 2009

Fomento y los guardarraíles

Para calibrar con exactitud el problema de los guardarraíles, y me refiero al enfoque moral del problema porque el práctico se refleja perfectamente en las esquelas de los periódicos, basta con trasladarlo a cualquier otro ámbito de la vida y veríamos así como es de todo punto inadmisible la política de Fomento, de éste y de todos los gobiernos anteriores, al respecto. Supongamos que el Gobierno instala en las calles una medida de protección que efectivamente protege a un grupo mayoritario de ciudadanos frente a accidentes, pongamos atropellos, terremototos, lo que sea, pero que sin embargo a un grupo minoritario, aunque muy significativo, no sólo no les protege sino que en determinados casos (la Asociación Mutua Motera los estima en más de cien al año con el nuevo sistema) les causa la muerte, algo que en ausencia de dicho sistema no habría sucedido. Conviene repetirlo, es Estado instala un sistema que mata a un numeroso grupo de ciudadanos que en ausencia de dicho sistema habrían continuado vivos. Lo único que diferencia a unos ciudadanos de otros es su preferencia por un medio de transporte, la moto, que por lo demás es infinitamente más recomendable desde el punto de vista de la movilidad urbana, sobre el coche, algo que, como motivo para ser discriminados en una cuestión vital no parece más arbitrario que la altura, el equipo de fútbol al que sigan o el color de sus ojos. Imaginemos que el sistema del que hablamos a modo de ejemplo protegiera a los ciudadanos que superen los 165 cm de altura pero no lo hiciera a los que no la alcanzan, causando la muerte a un notable porcentaje de ellos y severas lesiones (amputaciones principalmente) a otros muchos. ¿Lo toleraríamos? Sospecho que no.
Fomento investiga y desarrolla un sistema que ponga fin a esta situación intolerable y resulta, y ellos mismos lo reconocen, que no es efectivo, pero pese a todo no paralizan su instalación. Suena insistentemente un relevo al frente de Fomento en la crisis de Gobierno que se avecina. Desconozco cual será postura del nuevo ministro, pero a mi entender acometer de inmediato una solución definitiva a este problema es la más acuciante obligación moral a la que se enfrenta, porque hacer AVEs y autovías está muy bien, pero permitir que se mantenga una situación de discriminación de consecuencias tan brutales como esta es inadmisible no sólo para cualquier gobernante denmocráctico, sino para la conciencia de cualquier ciudadano.

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