viernes, 17 de abril de 2009

La inoportuna locuacidad de Conde Pumpido

Ayer se manifestaron 15.000 personas, aproximadamente, en protesta por la situación que vive el sector ganadero. En justicia, debieran haberse plantado frente al ministerio el año 93 y haberse mantenido ininterrumpidamente allí, puesto que desde entonces no se les ha hecho el menor caso, claro que de haberlo hecho así a estas alturas les habrían salido ramas y el alcalde Gallardón probablemente habría sucumbido a la tentación de talarlos, pero esa es otra historia. El hecho es que una movilización absolutamente justa y prácticamente unánime en un sector que emplea a 200.000 personas no ha despertado un interés destacable en los medios, quienes se debaten entre dar más protagonismo a otras cosas, como por ejemplo una noticia buena y una mala, a saber, que el profesor Neira haya vuelto a su casa y que el fiscal general no se vaya a la suya. De la primera noticia ya dije en su día cuanto consideraba pertinente, su acción fue noble y susceptible de ser reconocida, pero la insistencia de los medios en destacar su excepcionalidad va a terminar por convencernos de que la inacción es la norma, cuando no es así en absoluto, y es que la obsesión por construir héroes que adornen titulares y columnas puede terminar siendo nociva para la causa que se supone éstos defienden. Respecto al segundo protagonista, su comparecencia parece formar parte de esa estrategia de determinados personajes públicos que, alertados por los tambores de la deflación, han decidido combatirla logrando la subida del precio de determinados artículos de primera necesidad, en este caso el pan, que sube cada vez que hablan. Es de destacar su extraordinario talento para molestar a tanta gente a la vez con unas únicas declaraciones. Ni Windows Vista es capaz de igualar semejante proeza. Cabe suponer que una institución del estado tenga mejores modos de mejorar su coordinación con otras instituciones que exponer sus quejas a la prensa, cabe suponer que la discreción no ha dejado de ser una condición fundamental en todos aquellos que se dediquen a la lucha antiterrorista, cabe suponer que los problemas personales entre un juez y un fiscal no son un tema que deba afectar a la seguridad del estado y cabe suponer que los ciudadanos merecemos algo mejor que esto. Pero, por lo que se ve, no corren buenos tiempos para las suposiciones razonables. Otra "virtud" que tienen las declaraciones del señor fiscal, es que una vez ven la luz son irreparables, si son ciertas porque lo son y si son inciertas igualmente, pero tratar de arreglarlo como lo hizo, empeorándolo todo, no es sino muestra de la incapacidad del personaje, no como fiscal, que sin duda estará sobradamente preparado para ello, sino como personaje público. Y es que hay quien, en virtud de su cargo, jamás debería aparecer en la prensa más que con motivo de su nombramiento y, llegado el caso, de su cese, porque la notoriedad quo obtuviera por el camino debiera derivarse de la eficacia con que hicieran su trabajo, y nada más. Probablemente el señor Fiscal tendría cosas mejores que hacer que desayunar con la prensa, y habría sido así aunque no hubiese protagonizado el esperpento que tanta tinta ha hecho correr.

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