viernes, 6 de noviembre de 2009

Mozart, González Sinde y el valor de las cosa que no tienen precio

Lo irritante de las declaraciones de la señora Ministra de Cultura ("si Mozart hubiese disfrutado de derechos de autor no habría vivido en la miseria y habría tenido más libertad para crear") no es la insoportable mediocridad intelectual del falsario argumento, sino que subrepticiamente trate de hacer creer a la opinión pública que quien se oponga al canon o las prácticas abusivas de la SGAE se opone también a los derechos de autor y por tanto ataca a la creación misma. Pues no, señora ministra, nos oponemos al canon por la misma razón por la que apoyamos sin fisuras la creación, el arte y a los artistas, porque es de justicia hacerlo, porque la creación y la libertad creativa forman parte del mismo concepto de libertad y de no-dominación que igual que garantiza los derechos de los artistas, garantiza los de los demás ciudadanos. Naturalmente que los artistas deben ser retribuidos por su trabajo, pero sólo por su trabajo. Como todos, vamos.
Por otra parte, la demagógica analogía entre bienestar económico y libertad creadora, además de inhabilitarla una vez más como Ministra de Cultura en tanto que ignora buena parte de la historia del arte, caracteriza muy bien la confusión de la señora Ministra, y de otros muchos con ella, de lo que es el negocio cultural y lo que es la Cultura. Todo artista (y fontanero, peluquero, tornero fresador, profesor o incluso futbolista) debe ser retribuido con justicia por su trabajo, ¡faltaría más!, pero su libertad creadora
(como su talento) nada tiene que ver con lo que ingrese, por mucho que desde la SGAE se le haya pretendido poner precio.

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