jueves, 19 de noviembre de 2009

Europa, España y la calidad democrática

Hoy es un gran día para todos los europeos, la elección de un presidente, como materialización del ideal democrático siempre es emocionante y estoy deseando ir a votar... ¡Ah, no, ya no me acordaba!, que los ciudadanos no tenemos voz ni voto en la elección de nuestro presidente, que por no tener no tenemos ni conocimiento previo de los candidatos, que esta elección es más parecida a un cónclave o a un sanedrín que a un proceso democrático y salvo por la vaga esperanza de que nos quiten de en medio a Moratinos (algo deseable en sí mismo pero no si es a costa de encasquetárselo a todos los europeos, no hay que practicar las patadas para arriba) y con él declaraciones como las perpetradas ayer en la cadena ser sobre Aminatou Haidar: "se le permite realizar todo tipo de declaraciones, incluso de críticas" (¡eso si que es generosidad!), la verdad es que este proceso parece dejar a los ciudadanos europeos exactamente tan fríos como sus dirigentes parecen desear.
Así que podemos centrarnos una vez más en la política nacional, aprovechando que Moratinos nos concede graciosamente permiso para hablar, incluso si criticamos, ya que no conviene despreciar los regalos, por inmerecidos que sean. El asunto más llamativo de ayer, que no el más importante, fue la discusión entre Rubalcaba y Floriano a cuenta de SITEL, una conversación perfectamente normal según los testigos Llamazares y Bono y una amenaza según el testigo González Pons (se ve que hasta para presenciar una discusión influye el carné del partido), o mejor dicho, lo que más me llamó la atención fue la optimista argumentación de Rubalcaba, según la cual no era posible que hubiera dicho aquello de lo que se le acusa porque hacerlo habría sido una "solemne estupidez", como si fuese una aporía que un político cometiera un estupidez. Tiendo a creer la versión del ministro, de quien se pueden poner en duda muchas cosas antes que su inteligencia, pero no deja de sorprenderme que alguien como él, tan experto en estas lides, piense que haya un porcentaje significativo de la ciudadanía que considere a los políticos incapaces de cometer una estupidez. Por norma general, desgraciadamente estamos dispuestos a creernos la más inverosímil de las barbaridades siempre que con ella se perjudique al de enfrente (si el de enfrente es político y de un partido o ideología o equipo de fútbol, ya nunca se sabe, diferente a la nuestra, claro) y, aunque a veces acertemos, así nos luce el pelo.

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