
En el otro extremo, el de la indignidad, se sitúa el referéndum suizo sobre la prohibición de la construcción de minaretes en las mezquitas, un claro ejemplo de prepotencia y soberbia, de perversión de la democracia al utilizar los instrumentos de ésta como herramientas totalitarias no sólo irrespetuosas con la minoría, sino intolerantes con la diferencia. Ni soy musulmán ni me siento especialmente atraído por la cultura islámica, pero soy un demócrata convencido y sé diferenciar entre aquello que me gusta y aquello a lo que tengo derecho, algo que lamentablemente no parece tener clara mucha otra gente.
En el tercer caso, más que la noticia en sí lo llamativo es su tratamiento, sobre todo como síntoma de la preocupante falta de ética de algunos medios. Véanse si no las siguientes dos portadas (del ABC de sábado y domingo) y el espacio dedicado a calificar a una persona de asesino de una niña de tres años y a rectificar posteriormente una vez conocida su inocencia. Si falta de ética es identificar a alguien como culpable de un crimen cuando no ha sido condenado por ello, no lo es menos eludir la propia responsabilidad en la publicación de la noticia ni recluir la inocencia demostrada en la marginalidad de un pequeño recuadro cuando la culpabilidad sin demostrar ocupaba cinco columnas.