viernes, 9 de enero de 2009

El abono transporte de Dios

Si tuviera dinero suficiente como para desperdiciarlo, probablemente contrataría publicidad en un autobús que dijera algo así como "disfruta de la vida, para el caso que Dios exista o no es irrelevante". Y según estuviera de humor o no coronaría el eslogan con una de esas lapidarias frases hispanas tan contundentes como, con perdón, "¿que tendrán que ver los cojones para comer trigo?" Vaya por delante, o por detrás, según se mire, que no tengo absolutamente nada en contra desde ningún punto de vista en que organizaciones privadas utilicen su dinero en publicitar sus convicciones sean éstas las que sean, siempre que respeten los derechos fundamentales de los ciudadanos, lo que no termino de entender de esta campaña publicitaria que tiene como soporte a los autobuses de Madrid y Barcelona es la idea subyacente en ambos casos (probablemente dios no existe, disfruta de la vida y Dios sí existe, disfruta de la vida en Cristo) según la cual quien no comparte las convicciones del anunciante no disfruta plenamente de la vida. Es cierto que las religiones, por definición, al imponer un determinado sistema de valores restringen en cierto modo la libertad de acción de sus fieles, pero esas restricciones son aceptadas libre y voluntariamente, cuando lo son, y dudo que impidan disfrutar de la vida a quienes las contemplan, es más, muchos la disfrutan precisamente porque lo hacen, puesto que el mero hecho de hacerlo ya contribuye a su felicidad. Por otro lado, quien más quien menos entre ateos y agnósticos tenemos nuestro propio sistema de valores, sea personal o común a un grupo determinado, y por las mismas razones ello ni nos impide disfrutar de la vida ni nos hace hacerlo más.
Me alegra enormemente que exista una comunidad de ateos que haya decidido gastar su dinero en hacer visible su condición en la sociedad, es muy sano y además comparto tanto sus convicciones como su preocupación, aunque tal vez el lema escogido para hacerlo no sea el más afortunado. Respeto igualmente la necesidad de cualquier grupo religioso, en este caso evangélico, creo, de hacer lo propio, aunque hubiera sido deseable que lo hiciera en positivo y no como respuesta a una campaña previa por la que es pueril sentirse aludido.
En cualquier caso dudo que nadie cambie de convicciones personales por ver uno de estos lemas en un autobús, sin embargo, si se aceptan estas campañas con total naturalidad y respeto mutuo algo bueno habremos sacado de ellas, porque se trata de eso, de respetar las convicciones ajenas que al fin y al cabo no dejan de pertenecer a la esfera privada de cada uno, lo cual no excluye un cierto grado de proselitismo por el que nadie debe sentirse agredido.

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