martes, 20 de enero de 2009

Aguirre en El País de las maravillas

La respuesta de Esperanza Aguirre a los periodistas que le preguntaron por la supuesta trama de espionaje que habría organizado su consejero Francisco Granados, sobre la que por prudencia y sobre todo por respeto a la presunción de inocencia (lo cual no consiste en decir que es culpable pero sólo indirectamente o en voz baja, sino en considerarle inocente a todos los efectos) no conviene pronunciarse hasta que se sepa algo en firme, no deja de ser sintomática de la concepción extremadamente sectaria que tiene la Presidenta de la vida política. No tuvo más comentario que el hecho, público y notorio por otro lado, que esa información provenía del diario El País, por tanto no es necesario tomarse la molestia de desmentirlas siquiera, si provienen de tal fuente deben ser necesariamente falsas, según ella. Además, es curioso el argumento según el cual cuando El País tiene un problema, distrae la atención atacando al PP o al Gobierno de Madrid, no porque no sea cierto sino porque ¿desde que punto de vista se puede sostener que es un problema para un periódico publicar una entrevista con un ministro en la que éste deja jugosísimas declaraciones? ¿No se alegran los periódicos de lograr exclusivas? Pero la realidad, como tantas otras cosas, no deja de ser un detalle superfluo en la actividad política de Aguirre, ella vive en una realidad paralela en la que todo el que sea sospechoso de izquierdista o bien de derechista sin pedigree liberal no tiene no ya el beneficio de la duda, sino el derecho a ser tomado en cuenta. La fe ciega en la posesión de la verdad absoluta es lo que tiene. Es más cómodo y además cura en salud en previsión de futuras secuelas descalificar una información por quien la dice y no por lo que dice, hablar de la fuente para no hablar de la noticia. No habría estado de más que la presidenta hubiera dicho que nadie de su Gobierno ha hecho ni hará jamás algo como lo planteado, que además es condenable por antidemocrático, pero ha preferido atacar al mensajero antes que defender su propia honestidad, dando cancha innecesariamente a quien desee dudar de ella. Francamente, no lo entiendo, o mejor dicho, es fácil de entender aunque la explicación no sea edificante, pero en cualquier caso está a tiempo de rectificar y decir públicamente algo tan sencillo como "es mentira". Y demostrarlo, claro está.

1 comentario:

Jorge Juan Morante dijo...

Quizás es porque los altos cargos de un gobierno suelen considerar que la "mejor defensa es un buen ataque".
Estoy de acuerdo en que Esperanza Aguirre debería haber demostrado que eso no es cierto y si acaso después de demostrarlo querellarse con "El país".