miércoles, 3 de diciembre de 2008

La opinión y el sms

A poco que uno preste atencion a esa aberración usualmente tan ajena a las normas de ortografía como a las del buen gusto que es la edición de sms con aportaciones de telespectadores en programas de opinión (llamarlos de debate tal vez sería un exceso de optimismo), se da cuenta de hasta que punto la polarización política se apropia de la opinión particular de muchos ciudadanos hasta el punto de hacerlas indistinguibles. Me llamó la atención hace tiempo que quienes criticaban la financiacion de la cúpula de Barceló por parte del Gobierno consideraban casi unánimemente que era fea o que carecía de valor artístico, cuando ambas cosas no guardan la menor relación, es decir, sería un escándalo su pago mediante la desviación de fondos para el desarrollo tanto si fuese una obra de arte como un adefesio. Volví a pensar en lo mismo cuando observé lo numeroso de las adhesiones inquebrantables que en el transcurso de un breve zapping por un programa llamémosle, por ser si no aséptico sí al menos generoso, notablemente conservador, recibió el juez Ferrín Calamita ante su procesamiento, porque claro, quienes comparten, por ser nuevamente generoso, su prevención ante la adopción homosexual (hay quien comparte simplemente eso sin hacer lo propio con su manifiesta homofobia) parecen sentirse inclinados a ver con buenos ojos que anteponga sus principios o sus intereses particulares a sus obligaciones, y eso es inaceptable. Un juez que dilata artificialmente un proceso, que falla injustamente a sabiendas, que prevarica al fin y al cabo, es una verguenza para la democracia, se coincida con sus motivaciones o no. En el caso del magistrado Calamita habrá que esperar a la sentencia, y si resulta ser culpable confío en que no se desate un nuevo circo mediático en defensa de lo indefendible y seamos capaces, por una vez, de no mezclar churras con merinas.

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