viernes, 12 de diciembre de 2008

Fraga y el lado oscuro

Parece que el lado oscuro de la fuerza gana adeptos estos días entre nuestros políticos, aunque no se puede decir que el último en salir del armario de la corrección política sea un neófito porque don Manuel Fraga es más maestro más que aprendiz, aunque sólo sea por los años. De hecho por edad y curriculum podría ser incluso el emperador en persona y, paradojas de la vida, Tardá, Aguirre o Pedro Castro (al menos en el insulto, el exabrupto y la descalificación sí que se guarda un escrupuloso respeto al pluralismo), sean quienes compiten por convertirse en su Darth Vader particular.
Ahora se harán notables esfuerzos para convencernos de las diferencias entre gritar "muera x" y decir que "habría que colgar a y", y será interesante ver cómo lo argumentan, pero en mi opinión no las hay, ambas cosas son exactamente iguales y por tanto merecen el mismo nivel de reprobación y condena.
Creo detectar en esta proliferación de meteduras de pata una cierta despreocupación de los políticos en sus intervenciones públicas, como la existencia real de las cosas parece durar hoy día lo que dura su repercusión en la prensa, parece compensar ahorrarse el esfuerzo de meditar antes de hablar siempre que se tengan fuerzas para aguantar unos días de chaparrón informativo. De todas formas la memoria es débil y dentro de unos meses escucharemos cómo quienes hoy son mayoritariamente vituperados por su mala praxis política, serán defendidos públicamente como adalides de la libertad, de la buena educación y de la más escrupulosa urbanidad. Porque nunca pasa nada, nadie dimite por unas declaraciones inaceptables, "los políticos son humanos" o "se me calentó la boca" son frases recurrentes que tratan de justificar lo injustificable, olvidando que la mala educación no es necesariamente inherente al ser humano y que a los políticos se les paga precisamente, entre otras cosas, para que no se les caliente la boca como si el ejercicio de su cargo fuese equiparable a una tertulia de bar. Y no lo es. Quienes no observen el mayor de los respetos por la dignidad de su cargo, no sólo faltan el respeto a los votantes a quienes representan, sino que principalmente lo hacen a las instituciones y a la sociedad en su conjunto y por tanto no merecen seguir desempeñándolos.

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