lunes, 15 de diciembre de 2008

La búsqueda de la mala suerte

Es sorprendente la capacidad para crearse problemas que tienen algunos políticos, y llegado cierto punto no ha lugar a achacarlos a la mala suerte. Cualquier ciudadano puede entender que ocurran accidentes en las obras, con más razón si hay malas condiciones meteorológicas que de algún modo puedan influir negativamente en la seguridad. Los responsables de dichas obras deben velar en todo momento por la integridad tanto de la infraestructura como, principalmente, de los trabajadores, de modo que si se hunde un túnel en construcción a causa de una lluvia torrencial y no se originan daños personales, parece que imponderables aparte, los responsables de la obra han hecho bien su trabajo, al menos en lo que a la seguridad de las personas se refiere. Después se podrá investigar si el accidente fue evitable o no, pero a simple vista no parece una situación escandalosa que a nadie deba alarmar. Sin embargo se oculta la información y, posteriormente, cuando ya se conoce públicamente, se insulta la inteligencia de la ciudadanía diciendo que el hundimiento de 60 metros de tunel son un incidente menor sin la menor repercusión en la obra, provocándose un escándalo donde no debería haber existido más que una breve nota de prensa aclaratoria. Haciendo las cosas bien, lo que habría costado incluso menos trabajo, nada habría pasado, y si no hubiera sido así al menos se podría afrontar la respuesta con dignidad y fácilmente, pero se ha preferido seguir otro camino de difícil explicación. Uno puede entender, por así decirlo, que se haga algo mal deliberadamente cuando lo contrario, hacerlo bien, es mucho más costoso, pero cuando ambas opciones son similares o incluso la correcta es, como parece el caso, más fácil, cuesta mucho entender porqué no se hace lo que se debe.
Si uno repasa el historial de la ministra Álvarez, puede correr el riesgo de pensar que ha tenido mala suerte, porque no se puede decir que su mandato haya transcurrido por senderos apacibles, pero no creo que sea pertinente achacar sus problemas tanto a la mala estrella como a su difícilmente justificable forma de entender la gestión pública. No es que a la ministra Álvarez le crezcan los enanos, es que ella hace cuanto puede por estirarlos aunque deba recurrir a un potro de tortura. ¿Cuantos de los problemas que ha tenido en las dos legislaturas se los ha creado ella sola? Francamente, muchos, y no parece razonable seguir haciéndolo cuando los tambores de la crisis de Gobierno paracen sonar insistentemente.

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