jueves, 2 de junio de 2011

Del patógeno inocuo o la estupidez contagiosa

Creo que fue Bertolt Brecht quien dijo que había que erradicar la estupidez porque es contagiosa. Sabía bien lo que decía el poeta y dramaturgo alemán, al menos parece quedar claro 55 años después de su muerte que en su país existe un cierto riesgo de contagio viral de la estupidez diríase que incompatible con la imagen de solvencia y eficacia que con cierta arrogancia tratan de vender al mundo. La estupidez de la consejera de salud de Hamburgo está clara, abundar en ella a la luz de los datos sería tan ventajista como innecesario, pero hete aquí que la ministra federal, en pleno delirio producido por el contagio, ha decidido defender la actuación de las autoridades de Hamburgo, lo cual podría ser hasta comprensible de no ser porque para ello ha esgrimido un argumento tan inconsistente (y falsario) que resulta difícil de entender a no ser que se enmarque dentro de la recientemente puesta de manifiesto tradición de los ministros alemanes por plagiar tesis y falsificar títulos académicos. Dice la ministra que hicieron bien en establecer una alerta sobre los peinos españoles porque se encontró en ellos una cepa de E. Coli, es decir, que al detectarse un patógeno su actuación estuvo justificada aunque a la postre la cepa fuese diferente de la que tristemente ha causado tantas defunciones en aquel país. Nada que objetar si fuera cierto, pero no hace falta ser especialista en seguridad alimentaria para sospechar que si efectivamente la cepa encontrada fuese patógena no se habría levantado la alerta, porque aunque en orígen se tratara de poner una barrera al contagio de una enfermedad, el hecho de que el patógeno aislado no provocara esa enfermedad, sino otra, no permitiría que volviera a la circulación. Es decir, resulta palmario que el E. Coli que encontraron en dos pepinos españoles no es sólo que fuera de una cepa diferente a la enterohemorragica que está causando tantos fallecimientos en centroeuropa, sino que no es patógena en absoluto, porque las cepas de E. Coli que viven en el intestino de los humanos no es que sean inocuas para éste, es que son beneficiosas. No se conoce otro daño al ser humano del E. Coli de los pepinos españoles que el causado en el prestigio de las responsables sanitarias de Hamburgo y Alemania, y contra ese no cabe alerta alimentaria alguna, aunque sí de otro tipo.
Y una última consideración: harían bien las autoridades sanitarias alemanas en conducirse con el mínimo de diligencia y eficacia exigibles a una democracia occidental medianamente avanzada e identificaran clara e irrefutablemente el orígen del contagio (que si es vegetal todo indica que se debe a errores de manipualción y falta de higiene), porque la consecuencia lógica es la que estamos viendo en paises como Rusia, que ante la incertidumbre de no saber de donde viene cierra las fronteras a todos los vegetales de la UE y próximamente, de seguir así, sería perfectamente razonable que hiciera lo propio con la carne. No hay porqué aceptar lecciones de quien se muestra manifiestamente incapaz en el desempeño de sus funciones y haría muy bien la ministra de Sanidad alemena en hacer bien su trabajo antes de atreverse a poner en duda el de los demás.
En fin, pese a los daños, esperemos que no irreparables, producidos al sector hortofrutícola español y a la imagen de nuestro país en general, hay algo bueno que se puede sacar de este episodio: la constatación de que al fin y al cabo nuestro políticos no son especialmente peores que los del resto de europa, que será un consuelo de tontos, pero es consuelo al fin y al cabo.

En otro orden de cosas, más doméstico, me ha alegrado escuchar el anuncio de auditorías en las comunidades autónomas gobernadas por el PP que hizo ayer su ínclito candidato a la presidencia del Gobierno en un alarde de actividad frenética, porque realmente estoy deseando conocer los resultados de la de la Comunidad Valenciana, que serán sin duda los más ilustrativos. ¿O es que sólo se van a realizar en los territorios "reconquistados"?

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