lunes, 23 de mayo de 2011

El hombre que mató a...

Como casi siempre, Ignacio Escolar tiene razón en su entrada del blog de hoy, se ha acabado el bipartidismo, pero lo ha hecho en favor de un monopartidismo que, sin tener tacha democrática y sin que se le pueda hacer reproche alguno desde ese punto de vista ya que es la libre decisión de los ciduadanos, es exactamente lo contrario de lo que en mi opinión necesitaba el país. El merecido hundimiento del PSOE, del que el PP saca más partido electoral que de su propio crecimiento, escaso en realidad aunque no por ello menos significativo, es sin duda el hecho capital de estas elecciones, algo que el presidente Zapatero llevará para siempre en su currículum y de cuyas dimensiones si acaso será consciente cuando, abandonadas las responsabilidades de Gobierno, regrese a la realidad. O sea, probablemente nunca, que los viajes tan largos y difíciles suele dar pereza iniciarlos, sobre todo pudiendo quedarse a vivir confortablemente en el país de nunca jamás. La subida de los partidos minoritarios no es tan pronunciada como yo personalmente esperaba, pero es el único dato positivo de las elecciones.
La incidencia del movimiento 15M y su petición de regeneración democrática ha sido, desde un punto de vista electoral, prácticamente irrelevante, sólo hay que echar un vistazo a los resultados, y lo ha sido pese a la subida de fuerzas que en parte coinciden con ese discurso, especialmente en lo referido a la Ley Electoral, pero no sólo, como puedan ser IU y UPyD porque desde mi humilde y probablemente equivocado punto de vista los miembros del colectivo 15M han cometido un error estratégico notable porque en primer lugar han capitalizado una parte muy vistosa pero no por ello menos minoritaria del descontento y el hartazgo que reinan en este país que sólo coinciden con los impulsores del movimiento en eso, en el descontento y el hartazgo, lo que no es suficiente para general un movimiento ciudadano real. Pero sobre todo y muy especialmente porque los organizadores no han sido conscientes ni de sus dimensiones reales ni de su capacidad de influencia. Por llamativa que sea una concentración, arrogarse la soberania popular y la titularidad del espacio público es, además de una imperdonable arrogancia, una muestra de déficit de aquello que dicen defender: espíritu democrático. Estuve el sábado en Sol y no puedo decir que me entusiasmara lo que ví, un espectáculo ilusionante en la superficie, pero inconsistente en el fondo. Si realmente quieren cambiar algo, lo que deben de hacer, lo que debían haber hecho desde el principio, es la labor que ahora anuncian de difusión de su mensaje por los barrios, crear un estado de opinión favorable primero y movilizarse después, que todo el que les sigue sepa lo que está siguiendo, que es exactamente lo contrario de lo que han hecho. Hay que convencer primero, tener una base social, y movilizarse después. Tratar de hacer política al calor de la manifestación y el descontento y no a consecuencia de la argumentación y el debate (con la sociedad, no endogámico) no es regeneración democrática sino, y que me perdonen porque sigo identificandome con muchas de sus reivindicaciones (que eran mías, como de tantos otros, mucho antes del 15M y por tanto antes que suyas), populismo. Tienen ahora la oportunidad de hacer las cosas como se debe, desde la humildad de la asunción de su verdadera dimensión y basándose en el propio entusiasmo más que en la decepción ajena, esperemos que sean capaces de hacerlo y ayuden a la implantación en la sociedad del debate necesario.
Finalmente, el mensaje de la sociedad está claro, a mi entender. Mucha gente en el PSOE cabe esperar que dediquen un cierto tiempo a rasgarse concienzudamente las vestiduras ante el hecho, aparentemente innegable, de que el electorado les ha vuelto la espalda. Pero no ha sido así, el electorado en realidad ha hecho exactamente lo que el Gobierno les ha transmitido: su mensaje de que no hay otra salida que los recortes sociales y la aplicación de políticas neoliberales ha calado profundamente en la sociedad, hasta el punto de que  los ciudadanos han hecho tanto caso al presidente Zapatero que han decidido dar un espaldarazo a sus políticas por encima de sus propias inclinaciones personales, eligiendo para ponerlas en práctica a quienes las saben aplicar, que para eso se las creen y probablemente lo hagan mejor. Lo hacen mejor, de hecho. Este es el triste legado de la gestión de Zapatero, el sacrificio de sus supuestos ideales y principios y aun de su propio partido y por supuesto de las ilusiones de sus votantes en el altar de su inabarcable arrogancia y su incapacidad. Hay pese a todo otro camino, uno que no sacrifica los derechos sociales de los ciudadanos en aras de los balances de los bancos y la insaciable voracidad de los mercados, espero que tarde o temprano, una vez amortizado este pato no por muy cojo menos dañino, llegue alguien a este partido histórico hoy perdido en sus propias contradicciones y transite por él, no estarán solos si lo intentan, hay gente que lo recorre a diario desde hace mucho tiempo.

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