martes, 30 de noviembre de 2010

Wikileaks

Ante la perspectiva de que muchos ciudadanos caigan en la tentación de creer que wikileaks es una suerte de evolución del periodismo, los próceres del periodismo de nuestro país han decidido defender su terreno y proclamar a los cuatro vientos que wikileaks no hace periodismo. Perfecto. Yo añadiría que tampoco lo pretende. Lo que hace wikileaks, y lo hace muy bien, es hacer pública información sin mutilarla, interpretarla ni explicarla, y pone con ello a disposición de los periodistas de verdad la materia prima que ellos debieran haber obtenido por su cuenta, a ver si así se deciden a hacer su trabajo. Es tan cierto que las informaciones reveladas no son en su mayor parte, por así decirlo, escandalosas, como también lo es que el mayor daño que causa esta revelación a la diplomacia estadounidense no es por su contenido sino por el hecho de que sus sistemas de seguridad sean tales que permitan semejantes filtraciones. Porque nadie puede sorprenderse de que la diplomacia estadounidense presione con todos los medios a su alcance para luchar por sus intereses, supongo que con mayor o menor fuerza y con mayor o menor elegancia todos tratan de hacerlo. ¡Faltaría más! Se diría incluso que les pagan para eso. Lo que debería hacernos reflexionar no es que el embajador de Estados Unidos llame a empresarios, políticos, fiscales o incluso al Rey para tratar de influir en ellos, lo verdaderamente escandaloso es que éstos se dejen influenciar. Wikileaks hace bien en obtener secretos (o cotilleos, o simple información) y ponerla a disposición de la ciudadanía, nada que objetar, pero discrepo acerca de que esta filtración haya desnudado a la diplomacia estadounidense, las verguenzas que vemos hoy en portada son las nuestras, y de lo que nos hablan no es del talante colonialista de Estados Unidos, sino de la falta de dignidad y sentido de estado de determinadas personas que ocupan cargos institucionales sensibles en nuestro país. No culpo a quien se considera amo sin serlo, sino a quien, tan impropia como voluntariamente, se considera súbdito.

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