viernes, 3 de diciembre de 2010

¡Que se ponga!

Miguel Gila, el gran humorista del absurdo, construyó uno de sus más recordados monólogos (aunque entonces no se llamaban así) sobre la idea de una particular confraternización con el enemigo, aquella famosa llamada telefónica que empezaba: ¿esta el enemigo?, ¡que se ponga! Las comparaciones son odiosas, y una de Gila con nuestro presidente sería especialmente injusta con el primero, que fue sin duda un genio en lo suyo, aun y todo considerando que el absurdo el señor Zapatero lo practica con notable asiduidad, así que me abstendré de comparar los discursos de ambos, pero sí le recomendaría al presidente que tuviera en cuenta que probablemente Gila fue el único que logró obtener algo positivo de este tipo de confraternizaciones absurdas con los adversarios, que no enemigos, y fue nuestra risa. Porque debiera darse cuenta el señor Rodríguez Zapatero que con su ridícula contemporización con Marruecos no ha logrado evitar lo que temía, esa "reevalución de las relaciones bilaterales", que asumiendo las posturas neoliberales del PP no logra ni el menor atisbo de apoyo por su parte (siempre queda el recurso del "ya es demasiado tarde"), que con la sumisión a los especuladores/mercados tampoco consigue nada porque éstos son insaciables y con ella no evita su acoso. ¿No sería más lógico en un escenario así enfrentar los problemas no desde la renuncia sino desde la defensa de los principios gracias a los cuales los ciudadanos le han otorgado la representatividad democrática? Porque si bien no se puede justificar la defección, humanamente se puede comprender si con ella se logra un objetivo que se considera un bien superior, pero si no es así, si de todas formas no se consigue nada, lo único que queda es la satisfacción de mantener un comportamiento decente, honesto, y eso es precisamente a lo que el señor presidente ha renunciado. Cuando la crisis se supere y comencemos el recuento de los pelos perdidos en la gatera será cuando realmente podamos ponderar el infausto papel de este Gobierno en nuestra historia democrática, porque siendo grave la apretura de los cinturones, a este paso a la larga sus efectos palidecerán en comparación con la magnitud del inventario de derechos perdidos.

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