viernes, 26 de noviembre de 2010

Gallardón, el funambulista

No hace mucho, paradójicamente antes de la pomposa "refundación del capitalismo", la ingeniería financiera era algo que se diseñaba en la intimidad de los sanedrines donde se manejan los secretos de las cosas del dinero, mientras que a los ciudadanos nos llegaba únicamente un runrun que nos hacía apenas vislumbrar la idea de que en el siglo XXI la contabilidad se había convertido en una más de las ciencias oscuras sólo accesibles a iniciados que tan exhaustivamente se glosaban el el Péndulo de Foucault. Sin embargo, llegada la crisis y el 2010, a las piruetas contables se les ha caísdo la misteriosa máscara que las cubría y se hacen ya no en secreto, sino a plena luz del día y no las llevan a cabo comités de cincuentones con tirantes que fuman puros con los pies sobre las mesas de sus despachos de wall street, sino que son los gestores de lo público quienes se atreven con los malabarismos. Con dinero público, eso sí. Y sin rubor. Es esta una aportación más de Gallardón a los usos y costumbres de la democracia moderna, tras gastar mucho más de lo que tenía y culpar de ello al Gobierno, y no a sí mismo, ahora decide, para ir tirando, vender Mercamadrid a una sociedad municipal, lo que en titulares ha venido en describirse como que se la ha vendido a sí mismo, para así conseguir liquidez en las cuentas municipales con la que poder hacer frente a sus compromisos con los acreedores. En fin, no digo yo que no sea legal, que probablemente lo sea, pero hay que reconocer que no se puede decir que sea muy elegante, además de que es triste que un alcalde democrático deba recurrir a semejantes artificios para cumplir con sus compromisos.

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