viernes, 19 de noviembre de 2010

Centenario de la muerte de Tolstoi

Mañana se celebra el centenario del fallecimiento de Tolstoi en la estación de tren de Astápovo, probablemente el suceso más comentado y por tanto tergiversado de la vida de un gran hombre de cuantos hayan llegado a nuestros días. Tenía la intención de rendirle un pequeño homenaje íntimo, que era leer el que probablemente fuese su libro más querido y el que consideraba más trascendente (no desde luego por cuestiones literarias), El evangelio abreviado, pero no pude esperar y ayer comencé con su lectura y desde entonces he caído en un bucle tipo día de la marmota y según acabo el prólogo comienzo a leerlo de nuevo. Y no porque no se entienda lo que quiere decir, que lo dice muy clarito como corresponde a su cualidad de gran hombre, algo sobre lo que reflexiona con acierto aunque no refiriendose a su persona (sostiene Tolstoi que la enseñanza de un gran hombre es grande sólo porque expresa de forma comprensible y clara lo que otros expresaron confusa e incomprensiblemente), sino por la brillantez expositiva y la originalidad de su planteamiento. Pensé también transcribir algunos pasajes o exponer brevemente las ideas recogidas en el prólogo, pero hay cosas que no deben contarse sino que deben beberse directamente de la fuente, porque al igual que sostiene él que ocurre con los evangelios y la enseñanza de Cristo, los comentaristas no hacen sino falsear el original. De forma que me limitaré a recomendarlo fervientemente, no como lectura teológica, yo mismo no soy religioso y no es probable que a estas alturas me convierta, ni siquiera al tolstoianismo, sino porque simplemente merece la pena. Lo que cada uno obtenga de ella es asunto exclusivamente suyo.

1 comentario:

alfredo dijo...

Lo he leido, y me gusta.Me recuerda mi pasado anarcocristiano de jovencillo.