martes, 16 de noviembre de 2010

Luís José Zapatero Rodríguez

Si tenemos en cuenta que cuando saltó a la luz pública la crisis de Grecia el Gobierno de España invirtió la mayor parte de sus esfuerzos de comunicación en decir "España no es Grecia", cabe suponer que ahora esos próceres de la comunicación que componen el nuevo gabinete pasen los días repitiendo allí donde haya un micrófono dos nuevos mantras: España no es Irlanda y España no es Portugal. Dada la situación económica se entiende que deseen dejar claro ese punto. Sin embargo no es probable que veamos a muchos ministros diciendo públicamente España no es el Sáhara, y eso que el Sáhara ha sido España y ahora es un país ocupado militarmente a causa principalmente de la abdicación de sus responsabilidades de la que fue su potencia colonizadora. España, se entiende. Preferirán sin duda el silencio o la hipocresía, aunque sólo sea por respeto a su tradición. No es una cuestión de retórica,  no es que la brillante oratoria de los nuevos ministros rehuya las evidencias, es que está en el ánimo de nuestro Gobierno que la ciudadanía siga sus pasos en la senda de defección por la que tan sin rubor transita y olvide y abandone al pueblo saharaui no a su suerte, sino en las totalitarias manos asesinas del tirano de Rabat. Pues no es probable que eso vaya a suceder. Puede el señor Zapatero aparcar sus ideales, su ideología y sus compromisos, como de hecho ha sucedido, hasta puede mentirnos diciendo que no lo ha hecho o que lo ha hecho por razones de Estado, puede incluso tratar de convencernos de que ese desconocido que actualmente gobierna España, imagen especular del ganador de las elecciones de 2004 al que podríamos llamar para entendernos Luís José Zapatero Rodríguez, es algo más que un clon (perdonen mi escaso dominio del inglés, ¿clon o clown?) del original que en el proceso de clonación sufrió un accidente similar al de la película "La mosca" o un pedestre Fronkonstin al que le implantaron uno de esos cerebros que los participantes de ciertas fiestas del te dejan en la entrada de la casa como otros dejan las zapatillas, para no ensuciar supongo, pero lo que no va a lograr es que los ciudadanos de repente veamos gris lo blanco y lo negro, ahora que para él parecen haber muerto los colores. Nosotros defendemos nuestras ideas, las que sean, por convicción, no por conveniencia, por eso no nos resulta tan fácil aparcarlas para defender otras contrapuestas cuando coyunturalmente nos lo exijan en nombre de sacrosantos intereses geopolíticos o socioeconómicos. 
Hay situaciones en los que la moderación y la equidistancia no le convierten a uno en estadista, sino en cómplice, y ésta, señor Presidente, es una de ellas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

España no es Irlanda

Anónimo dijo...

Spain is not Ireland